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131 -

Después de tremendas difi–

cultades, salieron a unaE• laderas

mui ágrias, cubiertacs de una pe–

drería infernal; pues eran tan

fi–

ludas las

piedra~

que les corta–

ban los pies hasta el hueso.

El Sol

eril tan fuerte, que

a~aba.

materialmente a los hom–

bres;

i

los pobres, muertos de

hambre

i

cansancio,

extenuados

bajo

ti

peso de

la cota de ma–

!laG, caían

lánguidos

i

deshe–

chm:,

sin poder

levantarse

y n

más.

Arrastrándose como larvas,

E:!

pequeño

ejército, sin haber

podido encontrar ni siquiera una

~ eñal

de

séres vivientes,

a no

ser los mosquitos

i

los zancudos,

retrocedieron hasta

e ncontra r

su

minúsculo buque.

La grande

c.iegría de los

marineros al ver

a 1o lejos sus

c.ompañeros, se trocó en profun–

da costernación

al

vellos de

cerca, e!:queletos vivientes, i lue–

go costatar los claros que había

hecho la Muerte.

La Naturaleza

parecía no

estar de acuerdo con el Dios de

e(OS hombres,

i

se

oponía a

ser mancillada por ellos . Harto

había visto Ya en sus teatros, de

crímene~

i de sangre.

lnmeditamente

se dejaron

llevar por la corriente del río, i

se hicieron a la mar, alejándose

con superticios.o terror de aquel

lugar infernal.

De!

:pu.és

de algunos días de

navegación, volvieron

acercMse

a

la tierra. No

querían pasar

por c.lto ningún lugar, por temor

a que pudiera

escapárseles al–

gún rincón de oro.

LoE. españdes se habían a–

costumbrado a creer

que todo

lu gar habitado

estaba cuajado

dt 1 codi'"iado metal,

i

como es

natural, tenían

la plena seguri–

dad de que en los extremos de

aque-l fabuloso

País que busca·

ban, [e lo apropiarían sin ningún

riesgo.

Apenas

desembarcados, se

dieron cuenta que no había hue·

1\a~

de pobl<ación más o menos

c.ercana; entonces se limitaron a

proveerse de

agua. i de leña, i

continuaron

su marcha por los

lomos

de~

Mar . .. . . . . .

Pronto

volvieron

las

llu–

vias, i una tormenta violenta se

desató en

el

Océano.

Llovía a

mudales;

el cielo re volvió ne–

gro,

i los rayos

comenzaron a

cruzar el espacio, seguidos de te–

rroríficos truenos.

El Mar se encrespaba a ca–

da momento, queriéndose tragar

e1 buquecillo ridículo, que dan–

zaba enmedio del fragor de las

olasL

Entonces apareció el fana–

tismo enmedio de

aquell.os

hom~

bres pavorecidos.

Invocaban a

todos los Santos

i

Santas de la

Corte

del Cielo,

i

de

rodilla~

cantaban el Te Deum, llamando

en

su auxilio a la Virgen Santí- ·

sima, a

~uien

supiicaban "inter–

ceder con su preciodsimo Hijo,"

para que

les

pennitiera

llegar

con felicidad, al final de su em·

¡::.resa.

-Madre Santísima:

por la

~angre

de

tu preciosísimo Hijo,

1íbranos de la muerte l

Otros decían:

-Oh, buen

1

erus: como a-