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Después de tremendas difi–
cultades, salieron a unaE• laderas
mui ágrias, cubiertacs de una pe–
drería infernal; pues eran tan
fi–
ludas las
piedra~
que les corta–
ban los pies hasta el hueso.
El Sol
eril tan fuerte, que
a~aba.
materialmente a los hom–
bres;
i
los pobres, muertos de
hambre
i
cansancio,
extenuados
bajo
ti
peso de
la cota de ma–
!laG, caían
lánguidos
i
deshe–
chm:,
sin poder
levantarse
y n
más.
Arrastrándose como larvas,
E:!
pequeño
ejército, sin haber
podido encontrar ni siquiera una
~ eñal
de
séres vivientes,
a no
ser los mosquitos
i
los zancudos,
retrocedieron hasta
e ncontra r
su
minúsculo buque.
La grande
c.iegría de los
marineros al ver
a 1o lejos sus
c.ompañeros, se trocó en profun–
da costernación
al
vellos de
cerca, e!:queletos vivientes, i lue–
go costatar los claros que había
hecho la Muerte.
La Naturaleza
parecía no
estar de acuerdo con el Dios de
e(OS hombres,
i
se
oponía a
ser mancillada por ellos . Harto
había visto Ya en sus teatros, de
crímene~
i de sangre.
lnmeditamente
se dejaron
llevar por la corriente del río, i
se hicieron a la mar, alejándose
con superticios.o terror de aquel
lugar infernal.
De!
:pu.ésde algunos días de
navegación, volvieron
acercMse
a
la tierra. No
querían pasar
por c.lto ningún lugar, por temor
a que pudiera
escapárseles al–
gún rincón de oro.
LoE. españdes se habían a–
costumbrado a creer
que todo
lu gar habitado
estaba cuajado
dt 1 codi'"iado metal,
i
como es
natural, tenían
la plena seguri–
dad de que en los extremos de
aque-l fabuloso
País que busca·
ban, [e lo apropiarían sin ningún
riesgo.
Apenas
desembarcados, se
dieron cuenta que no había hue·
1\a~
de pobl<ación más o menos
c.ercana; entonces se limitaron a
proveerse de
agua. i de leña, i
continuaron
su marcha por los
lomos
de~
Mar . .. . . . . .
Pronto
volvieron
las
llu–
vias, i una tormenta violenta se
desató en
el
Océano.
Llovía a
mudales;
el cielo re volvió ne–
gro,
i los rayos
comenzaron a
cruzar el espacio, seguidos de te–
rroríficos truenos.
El Mar se encrespaba a ca–
da momento, queriéndose tragar
e1 buquecillo ridículo, que dan–
zaba enmedio del fragor de las
olasL
Entonces apareció el fana–
tismo enmedio de
aquell.oshom~
bres pavorecidos.
Invocaban a
todos los Santos
i
Santas de la
Corte
del Cielo,
i
de
rodilla~
cantaban el Te Deum, llamando
en
su auxilio a la Virgen Santí- ·
sima, a
~uien
supiicaban "inter–
ceder con su preciodsimo Hijo,"
para que
les
pennitiera
llegar
con felicidad, al final de su em·
¡::.resa.
-Madre Santísima:
por la
~angre
de
tu preciosísimo Hijo,
1íbranos de la muerte l
Otros decían:
-Oh, buen
1
erus: como a-