Table of Contents Table of Contents
Previous Page  151 / 228 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 151 / 228 Next Page
Page Background

-133-

so:dados de la jur.ticia i majes–

tad del Reí, nuestro Señor,

i

los

valientes

cruzados

de

Crir.to,

Dios

nuestro,

i Salvador de los

hombres. V o. otros habéis deja–

do la tibieza de vuestros hoga–

res i desafiado las tormenta[ de1

1\tlántico, por

extender nuestrct

fe,

luchando contra los bárbaros

infielet;

¿cómo, pues, os aco–

bardáis al primer paso, tan só–

lo porque sal· an

pequeñ<.s dec;–

graciar

1

contratiempos

a vues–

tro cuello? . . . . . . . Sed dignes

cruzados de Cristo, que ha que–

rido probar vuestro ánimo i co–

razón

colmándoos

de amargu..

ras, que ron nada

comparadas

a

la~

que él padeció

por noso-

lros ...•••

Luego, después de un emo–

cionado Dilencio, agregó:

-Las riquezas

i las

glorias

humanas, son para los pacientes

i los sufridos,

para los que tie–

nen el valor de per[.everar i do–

mar las desgracias i sufrimientos,

porque a grandes padecimientos,

grandes recompensas.

Finalmente,

les habló con

mayor calma:

-Acordaos de

las;

glor~osas

hazañas de Ojeda, de Balboa i

de Corbés. Vosotros sóis. tan va–

lientes como

los

conqui~:tadores

de Méjico . . . . . . 1 yo no os he

engañado: recordad

que voso–

tros mismos

habéis .....,9ído

con

vuestros propios oídos, cómo es

de cierta la

exis~encia

de un fa–

buloso Imperio,

que

los indios

últimos volvieron

apellidarle Pi–

rú. Nosotros seremos dueños de

esas riqueza-s deslumbradoras, tan

sólo a precio de costancia

i

de

valor.

Los hombre!> callaron estre·

mecidot. de la más

grata espe·

r~ nza,

mientras la lluvia comen–

zó a retumbar con toda temeri–

dad, subrayando el discurso de

aquel hombre cuyo corazón era

tan gracnde como su propia ava–

ncia.

.Sinembargo

f e

decidió

a

enviar su buque a la l!>la de Per–

ias, a proveerse de

alimentos

i

cuanto creyó menester.

-Montenegro

1,-

exclamó:-

vos iréis en busca

de provisio-·

nes, mañana.

-Así sea, seor,- contestó el

dicial.

Apenas amaneció,

Monte–

negro, con la mitad de la trop a,

se embarcó rumbo a Las Perlas,

dejando

a · sue

compañeros en

completa ansiedad.

Pizarro

i

el resto de ejérci·

f.o, se

internaron

s~guidamente

en el bor que,

resueltos abrirse

paso hasta encontrar algún pue–

blo o salir de semejante espesu–

ra a la Sierra.

Pa~aron

días.

pasaron

se–

manas, sin encontrar huellas hu–

manas, i sin que los díar· dieran

señales de l(a vuelta del buque.

Las provisiones iban toca\1-

do a su fin;

i

el valeroso Piza–

tro comenzó a compartir con su

tropa lo poco

que le quedaba;

hasta que

terminado el

último

grano, los pobrer aventureros se

" ieron obligados

a

buscar ali–

me,pto en las plantas del bosque.

En lof:l cascos de acero co–

cieron las hojas amargas de

la:.;

palmeras; las

yerba~

más suaves

i

tiernas que pudieron hallar; pe·

/