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to . . . . . . ¡Estaban ya casi muer–
tos por un hambre voraz! .....
La mayor parte
de aque–
l'.os manjarez consiEtÍa en carne,
de la cual
comenzaron
a co–
mer con bastante voracidad, con
el ají que encontraron en las co–
cinas. ¡Tanto tiempo se habían
privado de ese manjar!
Mas, con espanto indecible,
sacaron
a
lgunoc. soldc.dos manos
i pies humanos, de las ollas hir
vientes.
-¡Horror!. . . ¡Santo Dios!,–
exclamaron- . . . Estamos en ma-
nos de los caribes! ..... .
I
horrorizados con kmejan–
te descubrimiento,
los cristianos
huyeron de aquel macabro lu–
gar,
en el cual
creyeron hallar
t
1
principio de su quimérica feli–
cidad.
Era,
pue~..
una tribu antro–
pófaga d el nor:e de Tierra Fir-
me . . .. . .
Inmediatamente
llegados al
borde dd mar,
se embarcaron
de nuevo,
i continuaron su na–
vegación hacia
el
Sur.
La lluvia comenzó a derra–
mar[ e otra vez,
i el
temporal
se desató violento; pero los es–
pañoles se (1intieron dichosos en–
medio del mar tempestuoso, le–
ioc de aquel
teatro
donde los
hombres se comían sabrosamen–
te a los hombres.
Lo r días se mcedieron i el
temporal
fue decreciendo. La
sonriente mañana, de citlo dul–
cemente celeste,
los
encontró
fren~e
a una costa halagüeña, po–
blada de un bosque de plantas
parecidas a
los nopales, que a–
vanzaban
hasta las
aguas del
mar, formando
con
'\Us raíces,
redes tremendas que impidieron
el acercamiento del buque.
Pizarra mandó
fondear lo
más cerca posible,
i
comenzó a
t..x¡;lora~
el paír . Encontró va–
rios senderos que liegaban ha3-
t·a
la mar; lo cual le hizo pensar
que el lugar debía estar habita–
do.
-Pronto habremor.
conoci–
miento,-
dijo
a Montenegro.–
Mientras tanto, plegue al Cielo
que no volvamos hallar más ca–
ribes. Más allá de una legua des–
cubrieron en la falda de un ce–
rro un
poblacho máo
grande
que los que hasta allí habían ha–
llado . Estaba rodeado de fuer–
tes empalizadas,
terminadas en
puntar. agudas,
que
formaban
poderosas defensas, enmedio de
un campo fértil i cultivado.
Los naturales habían espia–
do a
los blancos,
i tan luego
los vieron acercarse,
~e
retiraron
a..
e!:.conder sus mujeres, sus an–
cianos i suc niños.
Celébraron
consejo de guerra, i determina–
ron atacarlos. Ya
tenían conoci–
miento de su avaro
compor:a–
miento.
Entretanto Pizarra tomó por
asalto
el
indefemo
poblacho,
donde
haHaron
prov1s10nes en
abundancia,
i menguados obje–
tos de oro,
que los
e~pañoles
cargaron, coR
toda la entereza
del dueño.
Vueltos cerca de la cos:a,
Pizarra
estableció su
cuartel.
i
envió a Montenegro al frente de
una fracción
del
ejército,
"a
P.egociar con loo indios," dicién-