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o algunas
de éstas
rew~ ·
aron
tan venenosas,
que los pz:_itneros
r¡ue las comieron, comenzaron a
estremecer el aire con gritos de
tan a gudoc dolores, que amane··
cie.ron ya muertos.
~¡ Qu~
dolorci o! ... . . - gri
laban . . . . . . - ¡Ay,
]
esús! . . . . . ·
!Ay, Jesús! . .... .
Otros vociferaban sombría–
mente:
~MalQ!~a
la hora en que vi–
He! . . . . . ¡Maldita sea mi estu-
pidez! . .... .
Muchos preferían
i llama–
ban a voces
la Muerte,
antes
que a!imentarse
de aquellos a–
limen
O[·
siniestros ;
i en efecto,
acababan por mo:::irse
por con–
sunción.
Un día, vagando
aquellos
espectros,
vieron a
través
del
follaje una luz i <.orrieron
avi~
tar a Pizarro, quien, con un pu–
f:ado de hombres, se abrió paso
a través de" la tupida vegetación,
i
al salir fuera de ella, vió, con
inusitada alegría, un pequeño po–
blacho
edificado
~:obre
un ba–
rranco, que 'rodeaban
pequeños
sembríos.
Los naturales
al ver a los
blancor,
huyeron
dejando sus
chozas ; éstos se precipitaron en
ellas como galgo::¡
hambrientos
que se lanzaran
sobre sabrosas
viandas,
i
con gozo
indecible,
encontraron
una gran
porc10n
c.e
coco~
de maÍ'.::. que les vi–
no a librar de la mue:·te.
Poco
a poco los natura les
cobraro11 ánimo, i re!,"resaron. Al
verlos tan
demacrados i ham–
brientor.,
i que se habían apo–
derado de todos
sus alimentos,
k s hablaron en su l,enguaje, di–
ciéndoles:
-Quienquiera que seáis, i de
donde
vengái~,
¿por qué no os
quedáis aquí
í
labráis el suelo,
QUe os dará suficiente alimento
i
r:o
andé:s robando i muriéndoos
de
hambre?
Pero los ojos de Pizarro
i
los de su gente se abraéaron en
fiebre,
i brillaron,
cual insectos
fosforecente·~.
a
la
vista del
codi~
ciado metal
que los
naturales
tlevaban en colgantes i
brazale~
tes
i
o~ras
to[.cas alhajas.
No obstante, no era la pre–
.sa lo suficientemente importante
para no · ahogar
por ahora su
1stmto rapaz,
i Pizarro explicó
lo mejor que pudo, diciéndo.les :
~Somos
súbditos de un po–
deroso Monarca que vive más a–
llá de los mares, i ésta eF su in–
signia: c&.ludadla como lo hago
yo .... . .. .
I enseñándoles un crucifijo,
agregó:
~I
adorad
a nuestro Señr.r
•esucris ·o, que
padeció i
m1~r!ó
por nosotros, por limpiarnos de
nuestros pecados . .• . . .
Los naturales,
regocijados,
se miraron i se rieron, í sólo al–
gunos besaron
el Cristo a
ímí–
tar.ión de Pizarro, riendo como
los ótros,
í
sin saber el
f:.Ígnifi–
¡·ado de cuanto les había dicho
~1
valiente cruzado.
Pizarro
se dirijió
luego al
jefe rle aquel poblacho, e inquirió,
más por señas que por palabras,
el estado de aquel país i de sus
riquezas. así como por la exis–
tencia del rico lmperío que ve–
nían buscando.