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Siendo en su nombre, todo
se puede hacer
en el mundo:
hasta el crimen de deicidio.
Los t ocios habían
buscado
a Bartolomé Ruiz por su amplia
experiencia, por
su sagacidad i
valen' ía, para mandar su escuadra
imponente, en los mares del Sur.
La experiencia
i capacidad
de aquel
bravo marino,
fue el
incentivo para
que se embarca–
ran también muchos
tímidos, a
quienes no habían logrado deci–
dir las deslumbrantes
promesas
de Pizarro i Almagro.
- ¿Váis vos, Bartolomé?
..
Pues yo también voi,- le decían;-
¡
el ejército se engrofaba ..... .
Pronto estuvieron
lejos de
aquella costa, i el barco enrum–
bó definitivamente hacia el Sur.
Por desgracia
para
los a–
ventureros, habían
ercojido
la
peor época del año:
las lluvia3
comenzaron
a
derramarse, los
vientos soplaron en sentido con–
trario, i la navegación se volvió
tan difícil,
que después de un
l'iempo excesivo
para la escasa
dis'ancia, llegaron
al puerto de
Piña!:\, punto
el
más avanzado,
hasta donde habían llegado Bal–
boa i Pascual de An.dagoya.
En altamar det:uvieron una
canoa donde iban dos hombres
a la
ls~a
de Petlar.. No querien–
do despertar las menoret' sospe–
chas en aquellos
corredores del
mar,
se limitaron a
acosarles
con
[u : acostumbradas pregun–
tas acerca del País tan soñado.
También preguntaron si era fácil
encontrar provisiones
de agu¡¡¡.,
de leña i de víveres.
Los hombres le contestaron
afirmándoleG todo. Ellos venían
de más acá de los límites de ese
País;
i
en cuanto a provisiones,
señalando la costa, pronunciaron,
como hiciera ante Balboa
U'l
in–
dio del puerto de Piñas, el nom–
bre Pirua, que, como él, no al–
canzando a entenderlo, pensaron
ú
acaso sería el nombre del lm–
¡:
erio '.ras e1 cual iban.
Desde entonces,
la dicción
no comprendida por el caballe–
ro Balboa, i luego
no interpre–
tada por Pizarro i los suyos, se
hizo Pirúa,
i luego Pirú,
i con
elia se designó
en adelante el
Imperio de loo Hijos dt>l Sol.
Doblando Puerto de Pina::;
encontraron
la
de,~:mbocadura
de un río, por el cual navegaron
dos
lc:.gua~.
i echar
'11
el ancla,
desembarcando Piza!'ro con todo
su ejército ¡Jara explowr el país.
Las lluvias habían hecho de
la costa un terriblt! pantano, di–
simu1ado
por las
yerbas
i la
maleza,
en
tl
cual
hervían los
mosquitor. i los zancudos.
Los
soldado~
se hundían en
él, irremisiblemente. Al dar e!
paso en eros charcos
inciertos,
ctesaparecían
en el
fango sin
fondo, hundiéndose más i más
en cada esfuerzo que hacían bus–
cando, siquiera, un pequeño asi–
dero para
( u
salvación.
Al {alir de aquel charco se
encontraron con el bosque impe–
netrable i sombrío .
La maleza
Na tanta,
que no
s~
sabía la
profundidad del suelo; las lianas
formaban terribles
cortinas: que
impedían ver el cielo, i que pa–
ra avanzar, era menester cortar
con
el
hacha.