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-130-

Siendo en su nombre, todo

se puede hacer

en el mundo:

hasta el crimen de deicidio.

Los t ocios habían

buscado

a Bartolomé Ruiz por su amplia

experiencia, por

su sagacidad i

valen' ía, para mandar su escuadra

imponente, en los mares del Sur.

La experiencia

i capacidad

de aquel

bravo marino,

fue el

incentivo para

que se embarca–

ran también muchos

tímidos, a

quienes no habían logrado deci–

dir las deslumbrantes

promesas

de Pizarro i Almagro.

- ¿Váis vos, Bartolomé?

..

Pues yo también voi,- le decían;-

¡

el ejército se engrofaba ..... .

Pronto estuvieron

lejos de

aquella costa, i el barco enrum–

bó definitivamente hacia el Sur.

Por desgracia

para

los a–

ventureros, habían

ercojido

la

peor época del año:

las lluvia3

comenzaron

a

derramarse, los

vientos soplaron en sentido con–

trario, i la navegación se volvió

tan difícil,

que después de un

l'iempo excesivo

para la escasa

dis'ancia, llegaron

al puerto de

Piña!:\, punto

el

más avanzado,

hasta donde habían llegado Bal–

boa i Pascual de An.dagoya.

En altamar det:uvieron una

canoa donde iban dos hombres

a la

ls~a

de Petlar.. No querien–

do despertar las menoret' sospe–

chas en aquellos

corredores del

mar,

se limitaron a

acosarles

con

[u : acostumbradas pregun–

tas acerca del País tan soñado.

También preguntaron si era fácil

encontrar provisiones

de agu¡¡¡.,

de leña i de víveres.

Los hombres le contestaron

afirmándoleG todo. Ellos venían

de más acá de los límites de ese

País;

i

en cuanto a provisiones,

señalando la costa, pronunciaron,

como hiciera ante Balboa

U'l

in–

dio del puerto de Piñas, el nom–

bre Pirua, que, como él, no al–

canzando a entenderlo, pensaron

ú

acaso sería el nombre del lm–

¡:

erio '.ras e1 cual iban.

Desde entonces,

la dicción

no comprendida por el caballe–

ro Balboa, i luego

no interpre–

tada por Pizarro i los suyos, se

hizo Pirúa,

i luego Pirú,

i con

elia se designó

en adelante el

Imperio de loo Hijos dt>l Sol.

Doblando Puerto de Pina::;

encontraron

la

de,~:mbocadura

de un río, por el cual navegaron

dos

lc:.gua~.

i echar

'11

el ancla,

desembarcando Piza!'ro con todo

su ejército ¡Jara explowr el país.

Las lluvias habían hecho de

la costa un terriblt! pantano, di–

simu1ado

por las

yerbas

i la

maleza,

en

tl

cual

hervían los

mosquitor. i los zancudos.

Los

soldado~

se hundían en

él, irremisiblemente. Al dar e!

paso en eros charcos

inciertos,

ctesaparecían

en el

fango sin

fondo, hundiéndose más i más

en cada esfuerzo que hacían bus–

cando, siquiera, un pequeño asi–

dero para

( u

salvación.

Al {alir de aquel charco se

encontraron con el bosque impe–

netrable i sombrío .

La maleza

Na tanta,

que no

s~

sabía la

profundidad del suelo; las lianas

formaban terribles

cortinas: que

impedían ver el cielo, i que pa–

ra avanzar, era menester cortar

con

el

hacha.