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El jefe le
contestó, seña–
lándo~e
el Sol,
i contand o en
!oa dedos, diciendo:
-A- diez soles
de aquí hai
un Reino cuyo valiente Monarca
ha sido vencido
por ótro más
poderoso, que es Hijo del Sol.
Allí todos visten con telas teji–
das en oro, i se come i se bebe
en vasijas del mismo metal.
No entendieron los españo–
les, debidamente,
la noción de
tiempo i espacio dada por
el
j e –
fe indio . Pero felices con aque–
Has nuevas tremendas, mperio–
res a sus esperanzas e&trambóti–
cas,
~e
encaminaron al mar, des–
de cuyas orillas divisaron a l fin,
el buque tan ansiosamente espe–
rado.
Montenegro
i los suyos se
horrorizaron de ver aquellos es–
pectros que apenas podían reco–
nocer.
Junto!: lloraron la muerte de
\
veinte de sus compañeros queri–
dos que allí iban
a dejar para
siempre, bajo la hojarasca mise–
ricordiosa
de esos bosques m·
mir.ericordes.
-Esta es una desgracia!,- ex–
clamó Montenegro-. . . . . I ac:¡uí
os quedáis, compañeros que?idos,
sin un puñado de tierra bendita
para cubrir vuestros huesos! .. . .
Reanimados con 1las vitua–
Jias
de Montenegro
i con las
de:.lumbradoras señales
del ca–
cique o jefe indio, aquella tropa
de aventureros olvidó sus pasa–
das desgracias,
i
no pensó sino
en [eguir adelante, hasta topar
con
el fantástico
Imperio que
cada día adqMiría mayores con–
tornos de leyenda i de cuento.
Pizarro $e despidió de aquel
lugar de amarguras . i le dió ei
triste
nombre
de
Puerto del
Hambre, como recuerdo dd que
él i su tropa habían sufrido.