-132-
mainaste la furia del Lago a los
cjos de tus descreídos dicípulos,
c;mansa
las
olas
embravecidas
del mar, i sálvanos
d~l
naufra-
giol
1
enmedio
de su
delirio,
veían en los
aire5 a la Virgen
María i al Niño,
amainando las
tempestades
i librándoles de la
tumba del inmenso Océano, pa–
ra mayor gloria de DioE•.
Diez días fueron juguetes de
los elementos
concentrados so–
bre
~.u
buque; i el pobre comen–
zó hacer agua por todas sus jun–
turas
o
Entonces,
horrorizados,
det.erminaron
volver
atrás
en
busca dtl puerto donde se pro–
veyeron de leña i agua.
No ::1olamente la Tierra: , el
Mar se oponía a la Avaricia de–
senfrenada i al exterminio de los
~.éres
.humanos, considerados por
e::sos. séres "civilizados", como a–
limañas
~in
alma ni corazón ....
Su carne habíase terminado
i sus provisiones de toda espe–
cie habían escaseado en tal for–
ma, que se vieron
reducidos a
la mísera ración
de dos mazor–
cas de maíz por día.
1 sinembargo, con gozo de–
sembarcaron en e1 so1itario lugar
donde hacía días no trataron de
permanecer, por considerarlo de–
masiado trit te i paupérrimo.
La extensión pantanosa es–
taba rodeada de un denso bos–
que, en el cual
pe:1etraron con
e1 ansia
de encontrar
siquiera
~estigios
de exi[tencia humana
o
Pero la desolación era tanta en
aquellos bosques
impenetrables,
que no turbaban su calma sinies–
tra ni
ti
vutlo de un ave, ni
ti
paso de un animal, por peque–
ño . que fuese.
Apenas si entre
el espeso
follaje se veían rtlumbrar millo–
nes de im ectos,
· a la caldeada
luz de un intolerable Sol.
Las lluvias
continuaron ca–
yendo con tal violencia, que les
llegaba hasta
el hueso;
i cuan–
do ce aba, era
tal el calor de
la atmósfera, saturada de hume–
dad irrespirable, que las emana–
ciones del {uelo eran capaces de
adixiar.
La escasez
de las provisio–
nes llegaron al colmo; i en aquel
bosque sombrío e inhospitalario,
no se encontraban más
frutos
que unas bayas amargas i vene–
nosas.
Los desgraciados aventure–
ros sufrieron
tanto, que al
fin
est~.llaron
en recriminaciones con–
tra su Jefe,
culpándole de ha–
berles
engañado con
la vana
promesa de un país de oro
i
de
maravillas
1
por la noche,
tinados,
pidieron
a
vuelta a los
hogares
má.
casi amo–
gritos la
de Pana-
-No queremos morir donde
no hai tierra
sagrada para cu-
brir nuestros huesos1..... .
-A Panamá! ..... .
-¡A Panamá!.
o
••••
Pizarra trató de calmal'los,
hablándoles a su amor propio i
n su avancla.
-Cri[tianos,-
les dijo:- estas
penurias son las compañeras ine–
vitables de loE conquistadores, de
los
bu~cad.ores
de oro
i de glo–
ria;
¿
~or
qué, pues, flaqueáis? ..
o
•••
Vosotros Eóis
los heróicos