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tos en
la bahía,
i
~fragar
los
gastos que demande
la expedi–
ción.
''1
hemos
acudido
~
vos,
seguros de que vuestro claro en–
ttndlmiento
no de&deñará
for–
mar con nosotros
una sociedad
para tal fin, ofreciéndoos repar–
tirnos todo
lo que ganáremos,
en tres partes
iguales, sin que
nos aficionemos el Úno más que
el ótro,
ni el ótro más
que el
ótro.
''No dudéis, seor Cura, que
el Piru
será nuestro,
i que su
Majestad,
el Emperador,
nos
honrará con grandes honores".
Almagro agregó:
-No crea su paternidad que
esto es una vana
ilusión . Her–
nando Cortés
nos está demos–
trando sobrado, cuánto se gana
con
la decisión
i el valor. El
premio de sps trabajos es un Im–
perio; el premio
que habremo&
por nue.1tra parte, será el Pirú.
El Cura,
convencido,
ex–
clamó:
-Quiera la Santísima Virgen,
que sea así, hijos míos.
¿Pero
cuál
es la
segurid<~d
que me
dái.s?.
-Nuestros bienes
que tene–
mos en
la Colonia,-
dijo Piza–
rro.-Además,
nosotros pondre–
mos todo el dinero que posee–
mos, i vos nos ayudaréis con lo
demás.
-¿Como
cuánto
necesitáis
¡:-ara empezar?
-Nos daréis
veinte mil du–
ros;
pero por de
pronto, una
tercia de ese valor.
-Convengo
en ello,-
con–
testó el Padre;-
pero a condi-
uon que tan pronto esté aquí el
escribano, me
hagáis el docu-
mento ......... .
Acto continuo
se discutió
sobre los pormenores de la expe–
dición.
Se acordó que
Pizarro se–
ría el jefe,
por su indiscutible
valor i su audacia, rayana en la
temeridad; Almagro debía pro–
veer de hombres,
víveres
1
ar–
mas;
i
Luque abriría
la bolsrl
hasta
qu\~
la expedición pudiera
soportarr.e
a sí misma
con los
despojos
de los "indios"
i de
lo11 pueblos.
Pizarra se irguió, i su arro·
~ante
i gallarda
figura pareció
haber
crecido en
la penumbra
de la
habitación, que
la larde
c.omenzaba hacer casi palpable.
·Seremos ricos.- dijo- como
nunca lo habéis imaginado. Por
Dios vivo juro no descansar has–
ta que hayamos
conquistado el
paÍe del oro,
o hasta que haya–
mos muerto es pos de él.
l los tres socios,
co.moma–
nejados por un hilo invisible, se
levantaron i estrecharon en mu–
do juramento de cumplir con to–
da fidelidad lo pactado.
E
1
día iba
languideciendo,
cuando Francisco Pizarra i Die–
go de Almagro, se echaron a las
calles del minúsculo
pueblo de
Panamá, como
~:i
fueran ya ó–
tros . La vanidad, nacida de su
excesiva esperanza,
los
había
trasfigurado ... . .. .
La pequeña Colonia, a esa
hora, re iba animando .
Grupos
de "indios", iban
llegando car–
gados de diferentes
productos
especies para sus amos.