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t'
ás existe un
Imperio. donde
se come
i se bebe
en p!atos
i
vasos de oro i de plata.
1 el oro, religión i estandar–
te de esos cruzado!:, dió a Bal–
boa el ánimo i el ensueño para
trasmontar el Istmo de Panamá,
con su puñado de aventureros.
En efec•.o: pocot' días des–
pués, desafiaban las penalidades,
el hambre, el cansancio, las en·
fermedades i ha[ta la muerte; i
trasmontaron la ágria Cordillera
en busca de
1
más famoso lmpe·
rio que codiciaran
lo~
hombres.
Der.pués de
largos días de
sufrimientos, el 15
de noviem·
bre de 1
S
13, nó el l.nperio so–
ñado, sino
el Océano inmenso,
se extendió ante
su~.
ojos.
Fue
u~a
desil usión para él,
que no buscaba el agua salada;
pero maravillado e impresionado
de encontrar un nuevo Océano,
no imajinado jamás, se sintió hé–
roe de las leyendas
caballeres–
cas, i desenvainando su espada,
i levantando en la otra mano
el
e~tandarte
de los Reyes Católi–
cos, penetró
en el Mar, i tomó
posesión de él, con palabras al–
tiwnantes, propias del c¡¡.ballero
andante ....... .
Pero como para felicidad, i
como para calmar
su ambición
disgustada, a poco descubrió u–
nas
embarcaciones,
en las que
viajaban unor hombres extraños;
láciéronles señas, i entre maravi–
llados i temerosos, los españoles
vieron venir
esas
naves
que
pronto fueron varadas en las ori-,
!las del mar. Saltaron los hom–
bre~.
a tierra, i encarándose con
los b!ancos, averiguáronles quie-
nes eran
i
de dónde venían;
en cambio
ellos, por
io poco
que Balboa pudo
entender por
su 1engua, 1e hicieron saber qu
'!
eran -pescadores de perlar,,
i le
confirmarrm en la existencia del
fabuloso Imperio
en cuya busca
ven'Ía.
Vestían túnicas de algodón
de vistosos
colores,
adornadas
con dibujos
de aves
i peces,
i
t.ambién de un raro
animal que
los españoles
en su ignorancia
a?.emejaron
al dromedario. Di–
cho animal era
el
llama de Ta-
huantinsuyu ..... .
Desde entonces Balboa con–
:::a~ró
su pensamiento a costruir
unos buques ,
en los cua:les ha·
cerse
a la mar en
busca del
~antástico
Imperio, cuya distan–
cia estaba
en el más profundo
misterio.
l así fue que- un día inolvi–
dable para
él i los suyos, des-–
rué~
de escuchar
una misa so·
!P-mne en las playas del Golfo, i
de despedirse con la unción del
que cabalga hacia
lo ignorado,
se embarcaron, emocionados i re·
ligiosos,
i bogaron
con rumbo
hacia el Sur, en sus barcos pe–
queños, que a ellos
les pareció
imponentes
1
maJestuosos.
La costa más abajo, r.e pre–
sentaba cubierta de una vejeta·
ción tropical
de árboles gigan·
tescos,
i tupida de
lianas que
impedían ver más allá ..... .
Después de penosa navega·
ción, Balboa ordenó acercarse a
la playa, en busca de una bahía
para desembarcar
i explorar el
lugai.
Un ligero campo abierto se