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extendió anle sus ojos, con pe–
queños cultivos
de
piña~
de las
tribus salvajes
i
belicosa& que
habi.aban eta región.
Entre
los bosques cojieron
un joven "indio", al que inqui–
Iieron acerca
del famoso País.
De su lengua
tan rara,
apenas
J:'Udieron entender la palabra Pi–
rua, que a Balboa
le hizo pen·
sar si tal
sería el
nombre del
Imperio buscado.
Por desgracia
ioe. demás "indios" se habían e–
vapoTado.
En vano
vagaron algunas
semanas en la inclemencia de los
bosques rombríos,
bajo
lluvias
terribles.
Cansados,
enfermos, exte–
nuados, presas
del
desal ien to,
:ograron salir de esa e[1pecie de
infierno, i avistaron
los buques
con la misma ansiedad de las al–
mas condenadas al fuego e terno,
que pintores ingenuos
represen–
taban en los cuadros monásticos
de su patria.
Con tan dura prueba, Bal–
boa regresó
a Panamá, con la
esperanza
de reanudar
sus an–
danza:: en t·iempos mejores . .. .
Mas la Suerte le tenía depaTadc
un lerribie sitial.
Sus correrías
tuvieron do ·>
consecuencias diametralmente o–
puesta!: :
los
tahuantinsuyu~.
pes ·
cadores de perlas,
llevaron la
r,ueva de los hombres extraños
llasta el corazón
de! Imperio ;
1
en el ánimo del Gobernador e-;–
t:añol. don Pedro Arias de Avi–
j
1 .
~e
despertó la
envidia i el
celo más torvo.
1
mientras los lnkas consul–
taban. con
cierto
temor,
~us
oráculos, Pedrarias mandó pren–
der
a
Balboa
acusándolo de
1
raidor a su Rei . . ... .
L11 mañana estaba tan clara
i azul. En la menguada plaza de
la Colonia,
se levantaba solita–
na una horca.
El Sol recorrió el principio
de su arco, cuando la multitud
se fue agolpando llena de curio–
sidad i costernación.
Se hablaba · en todos los to–
nos, i con pasión, sobre la suer–
te del
cabaHero más noble i
distinguido de la Colonia; i na–
die disimulaba su repulsión con–
tra el procedimiento
arbitrario
del taimado Gobernador,
que
iba a ¡;acrificar
una víctima en
holocausto a su envidia.
-Ciertamente
creo
que el
señor Pedrarias
es un tirano,
1
su procedimiento
para
el
caba–
llero Balboa,
envuelve
un cri–
men,- dijo Pizarro
a Diego de
Almagro.
-Es lo
que
digo,-
replicó
A lmagro.- Es notorio que e.l ca–
ballero Balboa no ha hecho sino
servir los intereses de la Corona.
-Pedrarias . va
a matar a
Balboa,
sólo de
envidia,- dijo
con claridad Bartolomé Ruiz.
Entretanto los
clarines de
guerra, anunciaron
la presencia
del reo.
Balboa apareció fuertemen–
te escoltado.
Vestía sus mejo–
Ies galas de capitán, i a su la–
do el infalible fraile, disimulaba,
como siempre
con m
religión,
la ferocidad
de
los españoles
que, desde
el
principio
har.tael
fin, ensangrentaron las tierras de
América.