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-121-

extendió anle sus ojos, con pe–

queños cultivos

de

piña~

de las

tribus salvajes

i

belicosa& que

habi.aban eta región.

Entre

los bosques cojieron

un joven "indio", al que inqui–

Iieron acerca

del famoso País.

De su lengua

tan rara,

apenas

J:'Udieron entender la palabra Pi–

rua, que a Balboa

le hizo pen·

sar si tal

sería el

nombre del

Imperio buscado.

Por desgracia

ioe. demás "indios" se habían e–

vapoTado.

En vano

vagaron algunas

semanas en la inclemencia de los

bosques rombríos,

bajo

lluvias

terribles.

Cansados,

enfermos, exte–

nuados, presas

del

desal ien to,

:ograron salir de esa e[1pecie de

infierno, i avistaron

los buques

con la misma ansiedad de las al–

mas condenadas al fuego e terno,

que pintores ingenuos

represen–

taban en los cuadros monásticos

de su patria.

Con tan dura prueba, Bal–

boa regresó

a Panamá, con la

esperanza

de reanudar

sus an–

danza:: en t·iempos mejores . .. .

Mas la Suerte le tenía depaTadc

un lerribie sitial.

Sus correrías

tuvieron do ·>

consecuencias diametralmente o–

puesta!: :

los

tahuantinsuyu~.

pes ·

cadores de perlas,

llevaron la

r,ueva de los hombres extraños

llasta el corazón

de! Imperio ;

1

en el ánimo del Gobernador e-;–

t:añol. don Pedro Arias de Avi–

j

1 .

~e

despertó la

envidia i el

celo más torvo.

1

mientras los lnkas consul–

taban. con

cierto

temor,

~us

oráculos, Pedrarias mandó pren–

der

a

Balboa

acusándolo de

1

raidor a su Rei . . ... .

L11 mañana estaba tan clara

i azul. En la menguada plaza de

la Colonia,

se levantaba solita–

na una horca.

El Sol recorrió el principio

de su arco, cuando la multitud

se fue agolpando llena de curio–

sidad i costernación.

Se hablaba · en todos los to–

nos, i con pasión, sobre la suer–

te del

cabaHero más noble i

distinguido de la Colonia; i na–

die disimulaba su repulsión con–

tra el procedimiento

arbitrario

del taimado Gobernador,

que

iba a ¡;acrificar

una víctima en

holocausto a su envidia.

-Ciertamente

creo

que el

señor Pedrarias

es un tirano,

1

su procedimiento

para

el

caba–

llero Balboa,

envuelve

un cri–

men,- dijo Pizarro

a Diego de

Almagro.

-Es lo

que

digo,-

replicó

A lmagro.- Es notorio que e.l ca–

ballero Balboa no ha hecho sino

servir los intereses de la Corona.

-Pedrarias . va

a matar a

Balboa,

sólo de

envidia,- dijo

con claridad Bartolomé Ruiz.

Entretanto los

clarines de

guerra, anunciaron

la presencia

del reo.

Balboa apareció fuertemen–

te escoltado.

Vestía sus mejo–

Ies galas de capitán, i a su la–

do el infalible fraile, disimulaba,

como siempre

con m

religión,

la ferocidad

de

los españoles

que, desde

el

principio

har.ta

el

fin, ensangrentaron las tierras de

América.