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Pedrarias
apareció
en
se~
guida, ricamente
vestido con el
uniforme de su alta investidura.
Balboa levantó el brazo en
señal que quería ser escuchado;
pero cuando todo el mundo
hi~
zo silencio, Pedrarias ordenó
e~
nérgico:
~¡Tocad
los clarines! ..... .
1 enmedio de la bulla
infer~
na! de trompetas
i
de tambores
hizo poner
la no mui estimada
corbata de la horca a su distin–
guido paisano.
Al poco rato,
el
caballero
Balboa oscilaba
en el aire, con
los ojos desorbitados
de mirar
el azul del cielo, que tantas ri:.
quezas i glorias le había prome–
tido.