El "indio" era :;a
la
be&t~a
de carga del español, quíen, cen
frecuencia,
le humillaba c:Qn el
severo castigo
del látigo. «lmo
para tenerlo en el siniestro eon.–
'lrencimiento
de
ser solamente
una bestia.
;
Aquellos dos héroes de la
Avaricia, se sintieron dos Capi-–
tanes
de
la Leyenda,
i ensimis·
tnados con sus em.ueños de oro
i
poder,
u
dirijieron Henos
de
or~
gullo a la mansión
de Pizarro,
para cenar allí juntos, celebran·
do el comienzo de la realización
de sus planes, tanto tiempo tra#
zados solamente en el aire.
Españoles desarrapados, gr,an
parte de ellos
con el pomposo
título de "caballeros".
í
dueños
todos de manada.s · de "indios..,
deambuhtban en
todas direccio–
nes,
comentando
las
recientes
hazañas de Hemando Cortés, o
se iban
a jugar al naipe
o los
da.dos, riendo
i diciéndose chis–
tes; felices,
con
la felicidad de
ser amos de toda esa tierra.
Algunos daban
señales de
haberse sobrepasado en la bebi–
da; pero en ellos los vicios peo–
tes, no eran vicios, [•Íno hermo–
sas virtiudes honrosas; i miraban
de sos!aye a los dos héroes, que,
ebrios de ana dicha exagerada i
extravagante, iban tambaleándo–
se sin ver otra cosa que n·o fue–
ta cuanto llevaban en ese istan–
te en sus cerebros estrafaJarios.
Pizarra,
al dar
vuelta la
esquina, estuvo a punto de caer;
pues tropezó con
una dama, a
q.UÍén seguía de cerca una india
Í
oven i hermosa.
· · ¡Iban tan abstraídos los so-
ciog, que parecían
ajenos a la
s~alidad
de
ese
iLtan ~e
..•••.
~¡Qué
gracioso
el
seorl,- di
jo la dama, irónica!IDente.
Pero nadie se dignó hacerle
caso.
Ya en su morada,
Pizarro
destapó una botella de rubio
Je–
l'ez, guardada algún
tiempo co–
mo una
~eliquia,
por lo caro
í
escaso, como todo lo que venía
de España; i con ella brindaron
los dos amiges, pcn haber con–
vencido
al buen Cura,
i por el
buen éxito de
la
empresa que la
consideraban ·ya realizada.
Pocos ístantes despÜés, Pi–
zarra tiraba con la botella vacía.
a la cabeza de un
maldito indio,
por una orden retardada ligera–
mente por falta de
tiempo~
- El pobre "indio" cayó sin
sentido, bañado
.en su sangre,
í
el
valiente ee.pañol
lo habría ul–
timado, a no ser pO!'
-la
oportu–
na intervención de su socio que
superticíosamente, le dijo:
-Dios perdone aL indio por
ahora .
Al menos
es bautiza--
do ...... .
Pizarro Io miró con
~om-
bro.
-Os ha trastornado la ma\a
noche,- exclamó.- Los indios no
son dignos de lástima; i hai tal
cantidad, que consumen ,lo q1:1e
legítimamente..
nos
pertenece.
Cuando estos villanos desaparez–
can nadie nos
disputará el oro
del territorio.
Los burdos
conquistadores
no le concedían alma al "indio",
i
~u
conciencia
embotada para
. todo Io que no fuera satisfacci6n
de su egoísmo i de su avaricia,