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CAPITULO XXII

Después de haber obtenido,

con cierta dificultad, nuevo con·

::;entimiento del Gobernador

Pe~

drariRs, Pizarro, Almagro

i

Lu~

que

firmaron el célebre contra–

to para la conquista del Pirú, in–

vocando solemne

santamente a

la Santísima Trinidad, poniendo

las manos en la

Bi~lia

i haciendo

sobre; ella la ueñal de la Cruz

Después de una conmovedo–

ra misa, volvió a zarpar Pizarro,

de Panamá, en un buque mayor,

acompañado de Almagro en otra

nave menor;

t:le cuya pomposa

eEcuadra tomó el mando el pi–

loto Ruiz.

Llevaban en e!:•ta vez cien–

to ochenta hombres, muchos ca–

ballos, i buena cantidad de pro–

visiones i de armamentos.

El tiempo era el mejor del

año, i lo!' buques, con sus blan–

cas i grandes

velas,

parecían

volar por encima del agua, cual

dos gaviotas descomunales.

Los nuevos soldados recién

llegados de España,

i que aún

no habían padecido los hambres

i miserias

de ms

compañeros,

daban una nota de alegría i de

esperanza a la expedición.

-Noso ' ros enseñarewos a los

salvajer.

cómo deben portarse,–

decían.

Otros gritaban:

~¡Al

Puú f, a ser .ricos! ....

El mar rnísmo estabzt

tam~

bién

~legre

.

Los

vientos del

Norte risaban la azulada llanura

que

a'Qm~llos

día$ rivalizaba con

los cielos, en

trasparencia i a–

zul.

Las gaviotas dardeaban de

vez en cw.mdo sobre la:s naves,

i el Sol hacía

rt-lumbrar la su–

perficie' · como un

espejo en el

cual se contemplara Dios.

Así avanzaron ha.sta el río

c:ue Almagro

h~bía

explorado

ya i bautizado con el nombre de

San Juan. Allí desembarcó Piza–

no con un pequeño destacamen-

to.

Las márgem.s del río esta–

han cultivadas: i a medida que

se adentraba en la tierra,• se

su~

cedían

pequeños

poblachos, i

campos cubiertos de maíz i fru–

tos diversos.

Pizarr(J tomó por asalto una

pequeña ciudad

i la saqueó por

completo,

apropiándose de un

gran botín· de oro,

plata i

pie~

dras preciosas.

Los indios huyeron, dejan–

do en p0der de los blancos va–

rios prisipneros, quienee les ase–

guraron

que más allá

de los

cerros, abundaban

los cultivos