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que dejaron les esperaba desco–
razonada . . . . . . .
V
arios habían
muerto de fiebre; pues vinieron
los días
de
lluvia,
i
de los pan–
tanos que
se
formaban. subían
miasmas tan hediondos
i
ardien·
te~·.
que cocinaban;
y
nubes de
mosquitos i zancudos,
que
aca–
baban de succionar la sangre de
los malhadados aventureros.
Todos tenían el cuerpo hin–
chado
i
UenG
de
llagas. • .. • ,
-¡Oh.
Dios);
¿qué
es lo
qwe
veo),-
dijo Pizarro
al acercarse
~
sus hombres.- Venimos huyen–
do de la desgracia i la muerte,
i
nos hallamos
de nuevo cetn
l-a.
desgracia
i
la muerte! .. . •
Igualmente
espantados
los
pobres
soldados,
recibieron a
~s
compañeros
des:venturados.
-
al verlos tan enfermos
dema~
erados.
1
como
si Dios se afanara
~n
probarlos, v1meron
los
días
de un Sol de fuego,
i
los
mise–
rables
"cri~tbianos"
tenían
qu~
hacer grandes huecos, especie de
se.pulturas. en la arena del
mar~
en los cuales se b11ndían tratan–
do de ocultar la cara a la cruel–
dad incastigable de los
mosqui·
los
i
de la acerba calor.
Allí
los prisioneros
fuel"Ol'l
<C;uemados como causantes de los
males i de
la
muerte ele los des-
graciados aventureros.
'
Así comenzó el e!>carmiento
para los
desdichados
''indios'".,
"C-Uyo
oro tenía
la
oulpa .de
Ulo-–
t
as fll!es.chcblls.