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-l

41-

que dejaron les esperaba desco–

razonada . . . . . . .

V

arios habían

muerto de fiebre; pues vinieron

los días

de

lluvia,

i

de los pan–

tanos que

se

formaban. subían

miasmas tan hediondos

i

ardien·

te~·.

que cocinaban;

y

nubes de

mosquitos i zancudos,

que

aca–

baban de succionar la sangre de

los malhadados aventureros.

Todos tenían el cuerpo hin–

chado

i

UenG

de

llagas. • .. • ,

-¡Oh.

Dios);

¿qué

es lo

qwe

veo),-

dijo Pizarro

al acercarse

~

sus hombres.- Venimos huyen–

do de la desgracia i la muerte,

i

nos hallamos

de nuevo cetn

l-a.

desgracia

i

la muerte! .. . •

Igualmente

espantados

los

pobres

soldados,

recibieron a

~s

compañeros

des:venturados.

-

al verlos tan enfermos

dema~

erados.

1

como

si Dios se afanara

~n

probarlos, v1meron

los

días

de un Sol de fuego,

i

los

mise–

rables

"cri~tbianos"

tenían

qu~

hacer grandes huecos, especie de

se.pulturas. en la arena del

mar~

en los cuales se b11ndían tratan–

do de ocultar la cara a la cruel–

dad incastigable de los

mosqui·

los

i

de la acerba calor.

Allí

los prisioneros

fuel"Ol'l

<C;uemados como causantes de los

males i de

la

muerte ele los des-

graciados aventureros.

'

Así comenzó el e!>carmiento

para los

desdichados

''indios'".,

"C-Uyo

oro tenía

la

oulpa .de

Ulo-–

t

as fll!es.chcblls.