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mostraciones senciÍlas de la más
noble amistad.
~M~
gracias,-
dijo el Pilo–
to, atónito como
sus compañe–
ros ante
el principesco
regalo
que
aumentó
la insaciab!le codi-,
cia de todos los españoles.
l
ante el poco caso que el
Kuraka
i
su gente
hicieran de
sus
regalos,
se sintieron peque–
ños i avergonzados.
En cambio, quedaron mara–
villados con semejantes riquezas
i con
el
et'CaSO valor que a los
ojos de
aquellos séres
tenían;
pero ninguno ce atrevió a tomar–
las por fuerza, como en los pue·
blos ya visitados: , solamente se
relamieron, como el pe-rro a
la
vista
d~
exquit,ito manjar.
Ante la insinuación de Bar–
tolomé
Ruiz,
el Kuraka
hizo
mo~trar
a sus huéspedes los di–
versos
obj~tos
que
conducían.
Numerosos
espejo~.
de plata bru–
ñida
enma-rcado~.
de plata fina–
mente tallado; peines confeccio–
nados artístieamente;
balanzas
bastante sensibles para sus tran–
!' 7-!.Cc.ioner
en oro
i en piedras
preciosas, numerosos collares,
i
otros objetos, cuya manufactura
dejó asombrados a los hombres
barbudos.
Bartolomé
Ru.iztrat.0 de ex–
plicarles, en
la
mejor forma po–
sible, que
eran súbdito!:. de un
J.loderoso Rei i q1:1e adoraban a
Cristo, Hijo de Dios Padre, quien
fue crucificado por nuestros pe–
cados; i terminó
exhortándoles
a que se convirtieran
<>.1
cristia–
nl{.mo.
El Kuraka
dió
también a
entender a los blancos, que ellos
eran cúbditos del Monarca más
poderooo del ·mundo; que _en su
abundante país no
ee
conocía la
miseria, i que
su Dios, el So],
velaba por
el bienestar de su
inmenw pueblo.
Los Tahuantinsuyus · venían
d-=
Tumpis, i el que manejaba la
nave se llamaba Karúnchak, del
cual
se
aficionó
grandemente
' Bartolomé Ruiz.
Toda
~a
fisonomía de Ka·–
rúnchak
se concentraba en su
nariz encorvada i sus labios del–
gados, lo ql!le le daba un aspec-
. to de fina malicia i de inteligen–
cia especial.
Como se diera c1:1enta de a–
quella afición,
se acercó
a los
extranjeros
{.in el más leve te–
mor.
-¿Adónde váisl ,-
les dijo
con bastante malicia.- Sapan ln-
1<a
no consiente
vagos en Ta–
huantinsuyu.
Pero los españoles no com·
pr-endieron todo el
signifi~ado
de
aquellas
palabras;
i
entonces
B~rtolomé
Ruiz,
creyendo que
Karúnchak se sentía halagado con
el buen trato
de los españoles,
1e
dije:
-Vente conmigo; conocerás
mi nave i en ella irás tan eéme–
do como en un palacio.
Y
o
te
dejaré donde tú me indiques.
Comprendió
el
tumpis
1,1
que el piloto quería .
Entences
le habló al Kuraka,
i después
cie
ligera c.onversación se quedó
pensativo.
Era que
el Kuraka
Kolla~
na<n habíale dicho:
-Irás, Karúnchak: te acom–
¡:;.añarán Runa
H ·1ailla
: otros