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\•erle
l'a
cara
a la
Muerte, nos
toca, más que
a nadie, conti–
nuar hasta el fin!
Karúnchak
los miraba
co–
mo si fueran
demente~.
i man;,..
festaba
a
sus
compañ~ros
cierto
temor.
Pin.rro
i
Almagro re acer–
caron a él, i con
toda curios:i–
daq comenzaron
a
inquirirle, en–
tendiéndose más
por señas que
¡.•or palabras.
~
t
Qué animal
da esta
la–
na?,- preguntó
Pizarro, exami–
nando su túnic.a.
-El llama, Apu,-
contestó .
Karúnchak.- Rebaños
inmensos
¡:astan en el Imperio.
· t
Con que es cierto que en
IU
país
abunda
ette
metal?,·
l>reguntó Almagro mostrándole
las alhajas de Ruiz..
Karúnchak comenzó a
ex–
plicarse
con calma.
. Los pala–
dos del lnka;
los templos
i
las
fortalezas, estaban materiailmente
cuajados en oro; las tónicas del
Monarca i de
todos ms nobles,
estaban recamados de oro i ar–
gentería; los Hautus,
los _pakus,
en fin, ios adornos. que ·usaban
c·;·an de un incalcula·ble valbf.
Pero lo que már asombró a
los españoles, fue la descripción
r:ue de los jardines de los lnkas
les hizo,
haciéndose
entender
por medio de señas
i
compara–
tione!l: jardines donde animales
i plantas eran de oro macizo
i
del tamaño real.
Los españoles se arremoli–
naron alrededor
del tahuantin–
myu. Eso habían deseado tam–
bién los jefes de 1a expedición.
1 aquel cuento de hadas, los des-
lumbró en
t.anextre~a
medida,
que todos s·e quedaron nada me·
nos que boquiabiertos.
Karúnchak triunfaba así de
la
crue1dad
de los avaros con–
quiotadores: pues si Ruiz
lé
tra·
tó
con aQguna finura, desde ese
día se trasformó en
e.l
héroe
de
todas las leyenda!J;
.en
el
hom–
bre
ind~ensable,
representante
del dios Oro ante aquella turba
· famélica i terrible.
1 el
re 'dió cuenta perfec–
ta de
aque~la
realidad,
i
pOco
a
poco, cobró
acendiente
hasta
codearse con los mismos jefes.
1
ante el aDombro que pin–
taban
su~
ademanes
.i
sus pala·
bras en el ro¡:¡tro de sus oyentes,
mostraba su sonrisa impenetrab'le
de "indio" acostnmbrado a ju–
gar con todos los peligros .. .. .
Almagro
había traído en
~sta
vez un fraile: el domínico
Agustín de Cazares, con
el
fin
de administrar los servicios
reli~
giosos a
}()s
vivos
1
a lor muer·
tos.
Para honrar má.s a KarÚn·
chak i tenerlo propicio para to•
do el tiempo, temerosos de que
ocultara algún
detalle
de sus
fantásticos
cuentos,
resolvieron
bautizarlo en aquel
ictante, cot'l
la mayor solemnidad posible.
-Vamos a ponerte a nues–
tra altura por
la~
aguas de,] san·
to bautismo,-
le dijo Almagro,
sonriente.
El los miró i acató sumiso
cuanto tuvieron
a bien hacerle
por medio del fraile.
Pizarro i A11rnagro le sirvie·
ron de padrinos,
i
le dieron los
nombt el'
españoles de Martín