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•155-

\•erle

l'a

cara

a la

Muerte, nos

toca, más que

a nadie, conti–

nuar hasta el fin!

Karúnchak

los miraba

co–

mo si fueran

demente~.

i man;,..

festaba

a

sus

compañ~ros

cierto

temor.

Pin.rro

i

Almagro re acer–

caron a él, i con

toda curios:i–

daq comenzaron

a

inquirirle, en–

tendiéndose más

por señas que

¡.•or palabras.

~

t

Qué animal

da esta

la–

na?,- preguntó

Pizarro, exami–

nando su túnic.a.

-El llama, Apu,-

contestó .

Karúnchak.- Rebaños

inmensos

¡:astan en el Imperio.

· t

Con que es cierto que en

IU

país

abunda

ette

metal?,·

l>reguntó Almagro mostrándole

las alhajas de Ruiz..

Karúnchak comenzó a

ex–

plicarse

con calma.

. Los pala–

dos del lnka;

los templos

i

las

fortalezas, estaban materiailmente

cuajados en oro; las tónicas del

Monarca i de

todos ms nobles,

estaban recamados de oro i ar–

gentería; los Hautus,

los _pakus,

en fin, ios adornos. que ·usaban

c·;·an de un incalcula·ble valbf.

Pero lo que már asombró a

los españoles, fue la descripción

r:ue de los jardines de los lnkas

les hizo,

haciéndose

entender

por medio de señas

i

compara–

tione!l: jardines donde animales

i plantas eran de oro macizo

i

del tamaño real.

Los españoles se arremoli–

naron alrededor

del tahuantin–

myu. Eso habían deseado tam–

bién los jefes de 1a expedición.

1 aquel cuento de hadas, los des-

lumbró en

t.an

extre~a

medida,

que todos s·e quedaron nada me·

nos que boquiabiertos.

Karúnchak triunfaba así de

la

crue1dad

de los avaros con–

quiotadores: pues si Ruiz

tra·

con aQguna finura, desde ese

día se trasformó en

e.l

héroe

de

todas las leyenda!J;

.en

el

hom–

bre

ind~ensable,

representante

del dios Oro ante aquella turba

· famélica i terrible.

1 el

re 'dió cuenta perfec–

ta de

aque~la

realidad,

i

pOco

a

poco, cobró

acendiente

hasta

codearse con los mismos jefes.

1

ante el aDombro que pin–

taban

su~

ademanes

.i

sus pala·

bras en el ro¡:¡tro de sus oyentes,

mostraba su sonrisa impenetrab'le

de "indio" acostnmbrado a ju–

gar con todos los peligros .. .. .

Almagro

había traído en

~sta

vez un fraile: el domínico

Agustín de Cazares, con

el

fin

de administrar los servicios

reli~

giosos a

}()s

vivos

1

a lor muer·

tos.

Para honrar má.s a KarÚn·

chak i tenerlo propicio para to•

do el tiempo, temerosos de que

ocultara algún

detalle

de sus

fantásticos

cuentos,

resolvieron

bautizarlo en aquel

ictante, cot'l

la mayor solemnidad posible.

-Vamos a ponerte a nues–

tra altura por

la~

aguas de,] san·

to bautismo,-

le dijo Almagro,

sonriente.

El los miró i acató sumiso

cuanto tuvieron

a bien hacerle

por medio del fraile.

Pizarro i A11rnagro le sirvie·

ron de padrinos,

i

le dieron los

nombt el'

españoles de Martín