señores, como
Íntérpret.e fiel ·¿e
la
a~bición
i los que-Teres de sus
nuevos amos.
Así les iba dando
los
nom·
bres de los nuevos
lugares que
veían.
- !Tacámes
!,-
gritó con ale–
gría.
Los españoles veían con
a-–
sombro la hermomsima costa a·
romada por el sándalo, i cubier–
ta por manchas con
deliciosos
bosque~.
de ébano, cedro i otras
maderas ele fino pulimento.
·
Exténsos campos cultivado3
del dorado maíz, el
c~cao
i o–
tros frutos; repechos esmaltados
con el verde oscuro de la sabro–
sa papa; ..... i en bien escoji–
dos sitios
estr~tégicos,
bellos po·
blados levantaban sus amarillen–
tas
ca~as,
que con el humo que
se elevaba de los hogares, convi–
daban a la paz i la tranquilidad,
('n absoluto contra:ste con la agi–
tada i peneca vida que llevaban
1os españoles.
Tacámes era un hermosí[i- ·
mo pueblo, con
calles mui bien
traza das, i su gran
plaza en el
ct>ntro. En ese preciso momen–
to, se observaba
en el pueblo
un gran movimiento.
Grupos de mujeres
pinto–
resca.mente vestidas, cruzaban las
calles.
Llevaban grandes pen–
dientes de oro, i collares i bra–
za1etes de esmeraldas,
conchue–
las i piedras preciosas.
El país
era abundante en semejantes ri–
quezas.
Martín F elípe mostró el río
de Barbacoas,
donde, dijo, se
"aventaba" i lavaba
el oro en
c.antidades
tan
fabulosas,
q~e
•
j
los españoles
abrieron los ojos
casi hasta hacetlos
salir de sus
órbitas.
Al
acercar~e
los buques a
La
bahía, el pueblo
se fue des–
granando hacia
la playat; eran
miles de guerreros, dispuestos a
impedirles que penetrasen allí.
Luego el río
parec1o sem–
br~rse
de una multitud de bar–
cas llenas de guerreros.
Una de ellas
llevaba una
caseta
hecha de
planchas de
oro e iba
diríjida por remeros
fastuosamente
vestidos,
En la
caseta iba un lnka, con el charo–
pi en la mano
derecha, acom–
pañado de nobles portadores del
e$tandarte
í de las
armas dd
T ukuin'kuc, hechas de oro maci–
zo.
Otra de las barca.>
llevaba
una caseta
de plata,
i en ell<:t
iban mujeres
de
incomparab:e
belleza, vestida:s de blanco.
Toda, las naves
se dirijie–
ron a los buques
i
de~filaron
a
f:U
i:ededor, mien'ras los guerre–
ros, de pie, miraban a .los bian–
cos, en actitud desafiadora.
Era una
advertencia a los
intrusos.
Luego se vc.lvieron e inter–
na,ron en el río.
Pizarra quería, a todo tran–
ce, demc·strar su poder
i
escar–
mentar a los indios; mas consi–
clerándo!:e débil ante el poderío
del lnka,
gobernador
de esas
tierras, mandó un destacamento
e o n
amistosas demostraciones,
pero con la secreta consigna de
~embrar
el pánico
·en ellos, con
sus arcabuces i sus caballos.
Ediáron2e a la playa a los