Destacamentos
.com?le~os
de gue–
rreros
tahuantinsuyus, parecían
tener órdene!:l
terminantes para
exterminarlos
dondequiera que
intentasen desembarcar.
Nobles
lnkas capitaneaban
esos cortos der 'acamento3 encar–
gados de custof!iar
la· entradas
lietentrionales de T ahuan ' innuyu.
1
era que
lo~
españoles ha–
bían demostrado,
demasiado a·
prefuradamente, su codicia i ra–
pacidad.
Ellos mismos lo com–
prendieron entoncef,
d ispusie–
ron, severamente,
una rectifica–
ción para lo porvenir.
-Harf·o imprudenle
ha sido
la conducta
nue~tra
de saquear
sin miramien tos los
pueblo~
que
hemos descubierto,- dijo el pilo–
to Ruiz.-
Con
ello no
hemos
hecho sino apercibir a los indios
antes de estar seguros de poder
vencellos.
-Os
doi
la razón,- exclamó
Pizarro.- Que
se pregone inme ·
diatamente un bando, prohibien–
do saquear en adelante cualquier
pueblo, so pena de la vida.
Después de todo, había que
1
ener raciencia i presentarse no
como Ion buitres del exterminio, .
aino como los ángeles de la paz,
hasl·a
apoderarse de aquel rico
país.
Pemarop que todo aquello
) a era ruvo; pero que para to–
marlo, había
que revestirse . de
gran pa<'.iencia;
pues todavía e–
Jan mui pocos.
Cc·n:oiderando bien toda a–
quella realidad, acordaron entre
los Jefes,
trarladarse a la Isla
riel Gallo. bastante alejada de
la costa
i escasamente poblada
para temer un ataque de los ta–
huantinsuyus.
Allí, eon cierto pesar, esta–
bleció Pizarro su cuar tel general.
i encomendándose a la Santísi–
ma Trinidad
i a todos
los
San–
tos i Santas de la Corte de!l Cie–
lo, aposentó
a su tropa, enme–
dio del silencio de los arenales
i pequeños bosques,
en el cual
el I:umor del Mar, era un
can.tode la inmensa Soledad.
La tropa'
comenzó
haceT
manifestaciones de disgusto, gri–
tando en el silencio de aquella
noche lóbrega:
. -La empresa ha siQO un en–
gaño de princtpio a fin.
1
Vol–
vednos a Panamá
1. . : . •• .
- ¿Dónde
es~á
el oro que
se nos ha prometido
~No
hai más oro
que las He–
chas de los indios, las
pes~es,
el
hambre,
la miseria
i la muer-
tel . .. .. .
1
resolvieron escribir a sus
parientes
i amigos, pidiéndoles
interceder
ante
el Gobernador
para que los hicie.ran regresar.
Al día siguiente, Almagro
recibió las cartas o
la.s
pidió a
Jo..,
encargado~·
de llevarlas, i re–
tlo]vió destruirlas
para que no
Jl rgara a Panamá ninguna queja,
ni la menor señal
del descon–
to.
1
en la madrugada aquella,
se despidió
de Pizarro,
abra–
zándolo efusivamente.
, -Quiera Dios,
le dijo,
le-
•vantar vuestro ánimo enforzado,
lo mismo que el d e lo:1 valientes
que se quedan a vuestro lado.
Yo ruego a la Santa Madre del
Salvador, que me dé buen
~len-