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-16)-

~OJ

L&Qbernadot,• con ...c=,LO

Al·

mairo.· Nuestro-

prop.os

OJ~S

han visto ya el opul

ento lm

peno

que mu1 bastantemente aumen–

tará el poder de nuestro Kei.

Además, las calamidades han pa•

'fado,

i

los soldados

aguardan

con

el

mejor ánimo segu1r ade–

lante en nuestra expedición.

·1

Faiso

1,·

gritó el

Coberna~

dor.· Leed, vos, Padre Luque,

esta

carta

que viene desde

el

is·

lote donde se queGfó Pizarro.

1

l~e

alargó la carta.

Luque leyó con

la

sereni~

dad

del cura que

leyera en su

Misal.

todoe los hambres, todos

los padecimientos

i

la muerte de

los expedicionarios, pintados con

lo:: más vivos colores, por

Bar·

tolomé

Sarabia,

i

terminó en

voz alta. arrastrado inconciente·

mente por un relato tan espeluz·

nante:

Pues seor Gobernador

mírelo bien por entero,

que

allá

va el recojedor

i aquí queda el carnicero.

- ( 1

qué argüís ahora},· dijo

irónico el Gobernador.

1

ante la

estupefacción de

los dos socios, llamó al soi:dado

de servicio, diciéndole en seguí·

da :

·

-Llamadme a) caballero

Ta~

fur.

Tafur no tardo en llegar.

Saludo

cortésmente

a

los

tres

hombres,

i

se acercó

al

Gober–

nador.

-Estoi

~

vuestras órdenes,·

dijo.

-Alistáos: partiréis inmedia·

tamente a la Isla que llaman del

Callo,

i

traeréis

a

Pi~arro

i

a

los suyos, &in exousa a 'lguna.

...<l·o

puedo consentir

indiferente

la

muerre de Lanto

súbdllo

de

su

Majestad. Leed esta carta,

1

sa·

ln:

é1s

la razón

de

mi determi..

nación inobjetable.

Po~

lo general.

las

autgri~

dades coloniales eran LOdopode·

ro&a&.

Lejos,

demasiado

leja~

de la Metrópoli,

actuaban sin

control, sin acatar má& ley qpe

su voluntad i

su

capricho.

El

Rei mismo era impotente

para

contenerlos

en un.

mom.ento

dado, i aunque llegadou a Espa•

ña eran a veces cen·rorados, ·no

podía

impedir que

se colgara

del incómodo

g¡mnasio

de

la

horca, a cuantos un Cobernador

quisiera.

Aún

se

re-cordaba vi'vamen•

te

e.l

fin

trágico d.e

V

asco

Nú–

ñez

de

Balboa,

ahorcad'O

en.

nombre de su Majestad, por el

delito de

servir a

esa misma

Majestad.

T

eme'r:osos,

pues,

de

tan

poco a-gradable

fin, Almagro

i

Luque, no objetaron. Se despi·

dieron con

la

más grave

corte~

8Ía,

i

se sintieron

dichosos de

saberse

vi~os

una vez salidos

a

la calle.

·

-¡Jesús!,. e:xdamá

el

Padre. ~

Hemos salido

de la

boca del

~obo.

Si continuabais en hablar,

hijo mio, vuestro cuello peligra•

ba.

.No

es mui comoda la hor·

ca,- dijo Almagro, con ne-rviosi·

dad mar.cada

;w

pero,

(

i

Piza·

!ro} .••• ••

'

El aire puto

de las brisas

marinas refrescó

~'Us

narices,

\

un

tanto livianos

del peso que