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~OJ
L&Qbernadot,• con ...c=,LO
Al·
mairo.· Nuestro-
prop.osOJ~S
han visto ya el opul
ento lmpeno
que mu1 bastantemente aumen–
tará el poder de nuestro Kei.
Además, las calamidades han pa•
'fado,
i
los soldados
aguardan
con
el
mejor ánimo segu1r ade–
lante en nuestra expedición.
·1
Faiso
1,·
gritó el
Coberna~
dor.· Leed, vos, Padre Luque,
esta
carta
que viene desde
el
is·
lote donde se queGfó Pizarro.
1
l~e
alargó la carta.
Luque leyó con
la
sereni~
dad
del cura que
leyera en su
Misal.
todoe los hambres, todos
los padecimientos
i
la muerte de
los expedicionarios, pintados con
lo:: más vivos colores, por
Bar·
tolomé
Sarabia,
i
terminó en
voz alta. arrastrado inconciente·
mente por un relato tan espeluz·
nante:
Pues seor Gobernador
mírelo bien por entero,
que
allá
va el recojedor
i aquí queda el carnicero.
- ( 1
qué argüís ahora},· dijo
irónico el Gobernador.
1
ante la
estupefacción de
los dos socios, llamó al soi:dado
de servicio, diciéndole en seguí·
da :
·
-Llamadme a) caballero
Ta~
fur.
Tafur no tardo en llegar.
Saludo
cortésmente
a
los
tres
hombres,
i
se acercó
al
Gober–
nador.
-Estoi
~
vuestras órdenes,·
dijo.
-Alistáos: partiréis inmedia·
tamente a la Isla que llaman del
Callo,
i
traeréis
a
Pi~arro
i
a
los suyos, &in exousa a 'lguna.
...<l·o
puedo consentir
indiferente
la
muerre de Lanto
súbdllo
de
su
Majestad. Leed esta carta,
1
sa·
ln:
é1s
la razón
de
mi determi..
nación inobjetable.
Po~
lo general.
las
autgri~
dades coloniales eran LOdopode·
ro&a&.
Lejos,
demasiado
leja~
de la Metrópoli,
actuaban sin
control, sin acatar má& ley qpe
su voluntad i
su
capricho.
El
Rei mismo era impotente
para
contenerlos
en un.
mom.ento
dado, i aunque llegadou a Espa•
ña eran a veces cen·rorados, ·no
podía
impedir que
se colgara
del incómodo
g¡mnasio
de
la
horca, a cuantos un Cobernador
quisiera.
Aún
se
re-cordaba vi'vamen•
te
e.l
fin
trágico d.e
V
asco
Nú–
ñez
de
Balboa,
ahorcad'O
en.
nombre de su Majestad, por el
delito de
servir a
esa misma
Majestad.
T
eme'r:osos,
pues,
de
tan
poco a-gradable
fin, Almagro
i
Luque, no objetaron. Se despi·
dieron con
la
más grave
corte~
8Ía,
i
se sintieron
dichosos de
saberse
vi~os
una vez salidos
a
la calle.
·
-¡Jesús!,. e:xdamá
el
Padre. ~
Hemos salido
de la
boca del
~obo.
Si continuabais en hablar,
hijo mio, vuestro cuello peligra•
ba.
.No
es mui comoda la hor·
ca,- dijo Almagro, con ne-rviosi·
dad mar.cada
;w
pero,
(
i
Piza·
!ro} .••• ••
'
El aire puto
de las brisas
marinas refrescó
~'Us
narices,
\
un
tanto livianos
del peso que