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to para

estar

a vue[il:ro

lado

c.uanto más pronto.

-Yo os deseo

feliz. viaje i

rápido retorno,-

contestó Piza–

rro,

vi~iblemente

emocionado.

1 así se

despidieron todos

los que iban, de los que se que·

daban,

encomendándose mutua–

mente a su Dios ...

1 ••

Apenas la divina aurora co–

menzó a teñir el horizonte, llun·

dien.do

las tinieblas en el risado

mar, cuando Almagro enrumbó

t~u

nave hacia Panamá.

Iba hos.

c.o

i

callado, pensando en. el ma–

ñana tan oscuro i tan CQnfuso.

Las gaviotas graznaron so–

bre Ias cabezas de los hombres i

les

acompañaron

largo·

rato,

manchando de blanco i negro el

aire azul que cubría

e~a

mañana

al mar.

Un marinero

comenzó

a

cantar un aiFe moro, recordando

su Sevilla hermosa. Los españo–

les al oírlo se dntieron conmovi-

dos-.

·

!Oh Espáña

1

Tierra de san–

tos, que

llevab:.m su

santidad

hasta el fondo detestable de la

ava~icia

i

la crueldad, de la am•

b;ción

i

el crimen! .. , ...

La Santa Inquisición

fue la

cumbre de su fe; i la riqueza de

sus santos, el pináculo de su re-

ligión!. .....

Pizarro amaneció

de

claro

en claro. La gritería de los des•

c.ontentos martilló toda la noche

en sus oídos.

Llamó a Ruiz i le manifes·

tó que había resuelto

enviar el

otro buque,

w

pretexto de repar–

lo bien, con los más desconten–

tos, hacia Panamá. El, Ruiz, los

llevaría,

evitando

así

que un

completo desaliento cundiera en

el

ánimo de todos.

Se

resignaba

a

quedarse

con un puñado de valientes que

estuvieran dispue[tos a verse ca·

ra a ca:ra con

la Muerte, antes

que continuar

al frente de una

tropa numerosa de cobardes.

El sabía que en rituaciones

semejantes,

cuando

la muerte

sin

heroísmo~

barre a los séres

vivos,

el descorazonamiento se

propaga como

un

virus. Así,

pue~a.

Bartolomé Ruiz,

partió al

figuente día,

ll'evándor.e,

disi–

muladamente a los roídos por ei

temor i el descontento.

·

-Que Dios nos

ampare

1

nos

pro~eja.

¡Ha[ ta la vuelta1

El buque, como un ave ma–

rina, voland o a ra-; del mar, de–

sapareció para

los ojos

f~brici­

tantes de los que se quedaban.