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do caimán,

le trituró

la

cabe~

zal ..... .

Corriendo,

procuraron sa–

lir de aquel

siniestro lugar. A

su paso tos caimanes se tiraban

al agua, dando

un grito singu–

larmente feroz . Calentándose al

Sol, se confundían

con troncos

podridos.

Entretanto:

banda~<>

o;

de lo–

ros,

en sus

gritos

agudos,

s~

reían

estrafalariamente

de los

miserables aventurer<)6;

i

para

enmarcar

ei- cuadro

dantesco,

grupos de monos les hacían v\–

:'lajes,

i le:;

tiraban con mangos

verdes i otros frutos

de esa\ re·

gión.

La tarde se había doblado

ya en dor., cuando los españoles

iban bordeando un abismo. Iban

laxos por la impresión i el can–

~ancio .

De nuevo volvía n a

sa~

borear !as penurian de aquellas

regiones i de aquellos climas.

Cuando más embebidos es–

taban en

sus pemamientos si–

niestros,

un ejército

de indios

los esperó

en la sal,ida, i dispa–

rando una nube de dardos i pie–

dras, i dando

feroces gritos de

~uerra,

obligaron

a los e.-spaño–

les a replegarse,

con la terrible

r.orpresa.

-¡Los indios! ..... .

-¡Los indios! . . . . . .

Gritaron

horrorizados

los

españole!'.

Tre~

de ellos, arrojados por

la avalancha,

i haciendo un es–

guince violento, perdieron

el

sue–

;.., de la estreáa senda i se fue–

ron barranco

abajo , como ma–

gueyes cuyo peEo Los quiebra

los precipita al abismo.

/

Otros tántos cayeron fulmi–

nados

po~

las piedras de las hua–

rakas ... • . .

Pizarro se puso a la cabeza

de sus soldados, i en un abrir

i..

cerrar de ojos, ganó la explana–

da, con la espada en la diestra,

i su enorme escudo en la sinies–

tra mano.

Forrados materialmente en

acero, la mayor parte de los es–

~añoles,

atacaron con furia, i al

grit o de "¡Santiagooo

!",

cobra–

ron tal

ánimo ,

que

tendieron

h"""'

número de indios, obligar

do al resto a huir hacia la espe–

:;•,ra del bosque.

~

Pero los naturales siguieron

de cerca los movimientos de los

er;pañoles, i continuaron sorpren–

diéndt>los cuando menos los es–

peraban, matándolo, en

embo!::~

cadas bien concertadas . ... . .

Habían pasado

ya

varios

días i fenecido varias remanas, i

no había cuándo salir de los bos–

ques que la Naturaleza los había

necho sin fin.

Mientras

tanto los caima–

nes continuaron cojiendo de vez

en cuando algunos incautos.

El descontento

volvió

de

nuevo.

Los que

trajeron espe–

ranzar, grandes i soñadoras, co–

menzaron a maldecir.

-¡Aquí no hai más oro que

lo.<> dientes de los caimanes! ..

¡A P¡¡¡namá! .. . ¡A Panamá! . ..

·

IVI'"s un nuevo enemigo vi–

no agravar · ¡a angustia

de los

españo tes .

l.Jn

día,

cansados i

muertos de hambrt"- se sentaron

en

la

hojarasca i en los troncos

carcomidos de los árbole.c- gigan–

tescos.