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,
"te un pa1s prospero
civiliza·-
r·or los natura les. Temían expo·
do.
\
11er
a
Plzarro
i
a su pequeño e·
Reunidos
luego los
espa•
jército a sus
ataques, 8abiéndo–
ñoles en, Consejo de guerra, Pi-
los
abandonados.
z~rro
les habló diciendo:
El Día fue
desentumecién--
·Castellanos:
no
dudaréis
dose al Sol, cuando Pizarro i
m
ya
que estamos
a
la
puerta del
tropa abandonaron
el
campa–
País que tanto hemos buscado. mento, dejando
una minúscula
Tampoco dudaréis
de su opu-
guarnición
c.onlos prisioneros to–
lepcia i riqueza;
pero os ruego mados el día anterior.
dejarnos como
prestado
el
oro
1
Largo rato
caminaron por
recojido, para proveernor¡ de ma-
la orilla del río
i
luego ascen–
yor cantidad de gente i de
has-
dieron. una lomada
cubierta de
timentos .
Y
o os prometo pin-
frondooa vegetación .
Decendie–
gües ganancias; tanto, que os al-
ron al otro lado i se perdieron
caneen a saciar por completo.
en el
enmarañamiento de
un
Almagro contittuó:
bost¡ue cuyos
árboles
parecían
-Renunciemos todos a nues-
tocar el cielo.
tra parte, por
ahora, a fin de
Pron'to
penetraron
en un
poder llevar a cabo la conquis-
pantano, cuyos miasmas ddeté–
ta del rico Pirú, i de apropiar-
reos casi asfixiaban a los viaje–
nos de sus riquezar. De hoi en
ros.
más, sólo continuará pobre todo
El Sol
del mediodía del
el que se sienta cobarde, i ' todo
aql!lel que, por
av'anc1a, no re–
nuncie l'o presente para con ese
precio ganar el porvenir.
Muchos callaron;
pero los
más, entusiasmados,
terminaron
por vivar a su jefe.
Terminó el
com.ejo
con el
acuerdo de que Almagro regre–
saliÍa a Panamá lleva.ndo la elo–
cuencia del oro, en busca de re–
fuerzos.
Bartolomé Ruiz, en el
c'tro buql!le,
' exploraría hacia el
St1r,
i Pizarro, estableciendo
su
cuartel general junto al río, ex–
ploraría el interior del país.
Cuando
la menguada clat>i–
d.adde
la
Mad~ugada
entabló
cruda guerra con las sombras de
la Noche, los marineros comen–
zaron a levar
e
1
ancla · de los
buques, temer :¡¡sos de ser vistos
trópico comenzó a calentar con
viol>encia.
Los
hombres
iban
languideciendo; cuando de pron–
to un grito de horror se oyó en
la vanguardia: un soldado aca–
baba de ser arrastrado hacia el
fango. Pizarro corrió con su tro–
pa, llenándose
de pavor a] ver
un ejército d.e caimanes que, con
las fauces abiertas i ro]as, mira–
ban a los !Joldados eon sus ojos
verdosos.
-¡Lbs caimanes! ..... - gri–
taron los hombres
pavorecidos;
aqutllos hombres que tan valien–
tes i ·crueles
se mostraban con
los má's bravos "indios".
Pero ya el
soldado había
desaparecido
dentro
del agua
estancada i verdosa, i los caima–
nes lo devoraban. . . . . .
'
De un mordisco, un tremen•