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.infame magistrado, les ordenó, sin más trámites, _ que se dis–

persaran inm·ediatam·ente, bajo amenaza de ser fusilados.

·Conocedores de sus derechos, celosos de su libertad, fe–

Uce.s de demostrar su valentía, .los quichuas inoc·entes

r~ehu­

s~ron

moverse, ·en vi:sta de lo cual el oficial ordenó deiSple–

ga·rse a su compañía en do.s filas de tiradores, con una

a~me­

tralladora a cada extr·emo de las alas. La sangre incaica

despertó entonces en las venas de los indios; -haci-endo fr·en–

te .a los soldados, pr·epararon sus hondas, como si todas

1

ellas juntas pudieran algo ·contra un fuego de sa.lva.

Avanz:ar significaba para el a:s la muerte. Lo

~abian,

pero no les importaba; tenían de su ·parte la j

usti~ia

y e1l

CQraj e.

Se

acercaron, pues,. formando un .abanieo a cien

m~et·ros

de los soldados y les lanzaron una granizada de pie–

dras. Una des.G.arga respondi-ó, tendi-endo para sie-mpre una

treintena de indios sobre las mata.s de isehu. .Ante esta ma–

tanza, los demás se dispersaron, con el corazón rebosante

de rabia

y

r·encor. Fiero por lo

men~s

habían probado que

no eran unos

cob~.rdteiS

y que no -c-edían ante la viohencia

· ultrajant·e.

CAPÍTULO II

El corazón de·Z quichua

,

1

Analicemos ante todo este corázón ·en los

sentimi~ento.s

que

los

qui~chuas

se profesan mutuam·ente.

La sensibilidad af,ectiva se encuentra muy desarrollada

entr·e ellos. Ya hemos observado

~el

afecto, sinee·ro y a me–

nudo delicado, que une a los mie·mbros de una famiUa. La ·

muerte de uno de ellos -padroe, madr

1

e, hermano o herma–

na-

provoca en el hogar un dolor auténtico y profundo.

Por otra parte, ·el quichua-·e:s capaz de los mayores sacrifi–

cios, y los más heroicos, por l.a.s pe!isonas que han m-ere,cido

su amor.

Es si-empre hospitalario para los de su raza. En una no–

che de miseria o en el curso de un viaje, cuando un indí–

.gepa no tiene nada que llevarse a la boca, se dir·ige a cual–

quier choza

y

se sienta junto al fogón. Silencioso, ob:

serv

a

·con fi}eza las ollas donde hierve ·el maíz, se tuesta la a,chi.ra

o se asan la patata y el camote.

Los

dueños· de cas.a com–

prenden esta actitud desalentada, esta muda súplica, y, sin

decir más; sirven al desconocido una abundan

te

porción, co–

ino harí1an con un amigo o un invitado.

Ouando el quichua encuentra

a un

hermano

de ra·za

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