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carlatina los diez1nan periódi-camente,

y

cuando una ·epi–

demia general se d.eclara en' alguna región de la cordille–

ra, la hecatombe de estas frágiles criaturas es espantosa.

.Para adaptarse a la:s condiciones de esta existencia,

dura

-Y

casi salvaje, los pequeños q

uichuas h

an de contar

co,...n un vigor singular, una vitalidad

superi.ar

. Pero la

p~ue­

ba es decisiva; el nene que ha r·esi

stido vic

toriosamente a

tantos enemigos, r-ecibe pO'r este hecho, de la natura}eza, un

diploma de long:evidad.

Por lo general, ·la ropa no se cambia

,si.no

cuando cae

.a pedazos del cuerpo. :Los vestidos de los ni

ños

están siem–

pre _llenos de ·manchas

y

agujeros. Los pellejos que sirven

de colchón no se lavalJ jamás. Nidos de parásitos, re-ceptácu–

los dé sudor

y

mugre, sirven mientras les queden unas mo–

tas de pelo.

La educactón, pues, ' es nula bajo el techo

~aterno.

¿La

obtienen .acaso por _algún . otro medio o en otra parte?

En los villorrios perdidos en las montañas existen es–

cuelas primarias, pero

a

Los pad-r·es. no les gusta enviar allí

a sus hijos. Por--lo general, consideran la educa·clón un iujo

inútil, y prefi-eren ocupar .a sus

1

niños ·en el cuidado de los

rebaüos o de la casa, o bi·en en el cultivo de la tierra; ade–

más, el profesor o la maestra, muchas veces, no son indios

y j

por con.sig1 iente,

se

les mira como a ·enemigos. Luego la

enseñanza se hace en español, lo que consti.tuye,-a su Juicio,

otro atentado contra la libertad

y

la

'independen~cia

de los

clanes primitivos. Finalmente, ¿para qué molestarse? ¿Qué

'inspector llegará jamás a esas alt)lras a controla;r las au–

senciks de los alumnos?

Mientras exploraba yo un va1l·e, junto a las rutnas de

la ·ciudad incai·ca de Huari, asistí a la .sa;lida de una es–

cuela, construida poéticamente en l!n bello rincón_de . fresca

vegetación. He aquí que, de pronto, quinc·e muchachitos sa–

len precipitadamente, como avispas de un nid.a saturado de

humo. Nos examinan ·de l·ejos, entre tímidos y curiosos, se

·COnsultan y luego bajan corriendo a pedi·rnos algunas me-

daHas.

.

.

rCubiertos de harapos, las gr

·eñ.as

hirsutas sin peinar, el

rostro mugriento, llevan consig.

a su

/equipaje escolar: uno

de ellos ti-ene en las manos una delgada geografía· hecha

· pedazos; otro lleva con orgullo un tintero vacío colgado al

cue~o

con un cordel; un tercero luce, a guisa de bolsón, una

alforja de lana tejida sin nada dentro; dos de ellos blanden

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