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o

su.s sufrimientos el .sentir las ·manecillas del pequetio que

júe-

ga con sus largas trenzas negras.

-

Algunas indígenas prefieren una tela en

fo~ma

de me–

dia alforja; ata:cia a la nuca, por delante les cruza el pe–

cho y allí el más pequeño de sus hijos duerm.e o juega. A

veces he encontrado en los caminos muj-er-es que avanzaban

fatigosamente inclinadas con un niño a la espalda

y

otro

colgado ·del cuello.

·

Pero el método más corriente

es

el siguiente: la madre

extiende<sobre el suelo el paño cuadrado que ya conoc·e–

mos, lo dobla en un triángulo y acuesta al niño de espal–

das; en seguida coge a un mismo tiempo los brazos

y

la

parte inferior de la tela, y en un movimiento semicircular

se

lo echa a la espalda. Inm·e.diatam·ente proc.ede a anud,ar

sobre su pecho las dos puntas laterales del paño y 1uego

recog·e la inferior bajo los piec·ecillos de1 pequeño.

De

pi-e

en esta bolsa, no hay temor de-que

-r·esbal~e.

Su cabeza emerge

de los bordes, y desde allí, como ·el :aeronauta en su bar–

quilla, lo obs·erva todo, o bien se manti.ene qui·eto como el

pájaro en

su

nido.

Otras indias se

in~linan

profundamente, con la frente

tocándoles casi las rodillas.

En

esta postura se -echan el

niño a la ·espalda ·y en se:guida lo cubren con el , paño

y

se

lo amarran al pecho, tal como en el caso anterior, antes

de ende·r,ezarse.

-

Suced·e _en algUJ:1-00 casos, cuando la familia

es

muy

po–

bre, .que ·el paño

es

demasiado chico. En estos casos, el mi–

núsculo viajero no puede mant·enerse de pie y ha de ir a

horcaj3)das sobre la estrecha banda, con los pites colgando.

Si llora, la madre desliza la pequeña hamaca hacia el pecho,

e inmediatamente c·esa el llanto.

*

En el aniversario del nacimiento del ahijado, todo padri–

no- digno de este nombre se presenta en la ·choza sonri·elite

1

y misterioso. De las profundidades de

su

chaqueta extrae

uri rosario o un crucifijo comprado en la ciudad, y con

solemne g·esto ciñe con él el cuello de su protegido. En -se–

guida, saca de los pliegues de _ su poncho una gran cal,abaza

llena de aguardiente, y toda la familia bebe a la salud del

ti-erno heredero, que ha salvado sin tropiezos la dura

e~apa

de su primer año.

Al iniciar el niñ.o su tercer _afio, su domicilio se v-e

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