SERGIO QUIJADA JARA
31
hallr como detenida a poca distancia de nuestra vista, ani–
mándonos a seguir nuestra marcha. Oh J ehová, nosotros cree–
mos y adoraremos en ti, mientras nuestros corazones den
sus ultimas palpitaciones. ·
·
Entran a Belén y la estrella les conduce hacia la'cuna del
Mesías, que está arreglada en la puerta de la iglesia de San
Francisco. Pero antes de llegar hasta la cuna, los Magos al–
ternan los siguientes discursos : por fin se ha descifrado el arca–
no del profético cantor. Calma el hombre su dolor. Canta. de
alegría el ave, y hasta parece que hay mi Dios, libertador. Oh
bendito pueblo de Israél! Ya sobre la tierra afortunada de 'Ju–
dá na descendido el Dios¡ fuerte, el Dios poderoso que ha de
llevar vuestro estandarte glorioso por todo el Oriente. Mi–
radle, es el reparador del mundo, el Mesías prometido. Es el
ser que contempla nuestros· felices ojos. ¡Sen;ibrad flores y
'palmas ante el paso de esta muchedumbre. Elevad cánticos
y preces ,.POr la gloria del Señor. Corred presurosos y difundid
tan fausta nueva por los dilatados confines de Palestina.
Hi–
jos de Belén : derramad óleos y esencias como en las bodas
de los príncipes, porque todo eso y cuanto hagáis, en honor a
su anhelado advenimiento, será tan pobre y me¡¡;quino para
•obsequiar al Mesías glorioso, salvador de nuestra oprimida y
pecadora raza.
LA ADORACION.-Una
vez terminada la discusión de los
Reyes con Herodes, en '1a plaza principal, la gente· se traslada
a laplazoleta de San Francisco, en tropel, acortando el ca..
mino, mientras los Reyes van, con su comitiva y banda de mú–
sicos, hablando en cada esquina. Esta plazoleta de pronto se
llena de gentío, alrededor de la "Gruta de Belén", se ubica
la multitud de curiosos y bailarines en acción de baile y cán–
ticos. A veces en este intervalo de tiempo se rep1'esentan la'
adoración de los pastores u otros números con motivos bíbli–
cos en lo que siempre intervienen coros de ángeles, de pas–
torcitos, etc., que recitan, o cantan o
rep're~entan
alguna com· .
posicl.ónescénica. Después llegan los Reyes con su acompa–
ñamiento y ofrendas de oro, incienso y mirra, desmontan de
los caballos y sus esclavos les descalzan, le quitan sus coro–
nas, etc.,
y
empieza por orden, la adoración,
\
'
\