SERGIO QUIJADA JARA
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-Vienen solos?
- Así lo has mandado, mi señor. Tu orden es ley para
~-
j
• - Tu eres bueno, Singo amigo, y t
señor no se ha de ol-
vidar, en su última hora, que no está lejana, lo que te debe.
-
(Postrándose a sus pies y besando la mano de Héro ·
des). Mi vida es tuya.
·
Dime que muera y me verás expirar sereno a tus plan–
tas. (Se. levanta y dice) qué respondo a los Caldeos?
-(Se ve en el espejo). Esos caldeos pueden despreciar–
me viendo mis canas, porque los viejos son débiles. Es preciso
engañarles. No es verdad Singo?
-(Se inclina en señal de asentimiento) y Herodes se di·
rige a otra pieza a rejuvenecerse, saliendo luego con la ca–
reta cambiada, con barba negra y un vestido nuevo profusa··
mente adornado, y luego de mirarse otra vez en el espejo, ex–
clama: ahora soy otro hombre, que pasen solos, sin sus sol–
dados, me oyes?, ellos solos.
-(Sale a cumplir las órdenes de Herodes, l!amando a lo:;
tres Reyes Magos que aguardan afuera) . Los ·Magos suben
la escalinata del Palacio penetrando luego a la cámara dond€
espera Herodes, quien desde la puerta les saluda diCiendo:
pasad y sentaos ilustres extranjeros. Vosotros que habéis ve–
nido desde rémotos lugares en misteriosa peregrinación y ha..
béis llegado
a
mis tierras, yo os saludo. (Los reyes se sientall
y luego el Blanco se levanta y empieza diciendo:
La esperanza de encontrar a ese Rey que acaba de nacer
nos trae desde las regiones más remotas a tu noble ciudad,
que los dioses protejan, pero esas nuestras esperanzas se han
desvanecido como un sueño. Rey Negro: Transeuntes de un
país extranjero hemos sabido que tenéis interés en nuestra
peregrinación; pues bien sin más penas ni fatigas hemos acer..
tado pasar por vuestros territorLos, en busca de nuestro bien,
bien que no lo perderemos hasta alcanzarlo. Vos habéis ave–
riguado si tenemos gente y habéis querido impedil; nuestra
marcha. Debéis comprender que no tenéis imperio sobre nos–
otros ni sobre el otro mundo.
Herodes.-No
os comprendo caldeos, pero yo. siempre he