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SERGIO QUIJAD' A JARA

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ofrenda, qué feliz me siento por el inmerecido favor que me

habéis dispensado de ser 'el primero de los mortales en decla–

rarme vasallo

y

servidor

tuyo~

el primer súbdito de tu reina–

do inextinguible

y

glorioso que perdurará por los siglos de los

siglos hasta el infinito.

'Señor mío: que para salvar al género humano vinistes al

mundo con una es,trella,

y

guiaste a los tres reyes del

Oriente, ahora te Moro

y

confieso por mi Redentor

y

Salva–

dor, Dios

y

hombre verdadero, pusiste en mi corazón y en el

de la humanidad una ley que no variará jamás.

Dirigiéndose a la VIRGEN dice: Con dulces acentos feliz

lengua mía ensalza a María más

bel~a

que el sol; t u encanto.

señora, tu gracia y dulzura; tu honesta hermosura y amable

candor al alma aprisiona, la vistá. embellece y al pecho enar-

~

dece con célico amor. Oh hermosa flor desprendida de las sie–

nes del eterno, tú eres como la perla de la concha nacida jun–

to' al peñasco que no iluminó jamás el astro del dolor. Risue–

ña y fecm1da tu pureza. Tu alma es pura como la brillante

llama del incienso. Madre de Dios; flor virginal. Virgen pura

y

lozana, pues te concibió Sta. Ana. Con la gracia ortginal.

Alégrate rosa florida-que en el templo presentada-siempre

fuíste esposa amada-del mismo autor de la vida....<:....Oh purí–

sima blanca azucena-que al Niño Jesús, virgen concebiste.-–

después que a Gabriel vistes.-por su misericordia y gracia ple–

na.-GóziJ;e nardo clavel.-cuyo penetrante olor-sintió el niño

precursor.-en el vientre de Isabel.-gózate que estando lle–

na.-de aquel bien que concebistes.-virgen pura le paristes.–

sin dolor, ni mancha ni pena.-Ave mía, flor de las flores.-–

por que tu pecho gracioso.-dió el sustento precioso.-al Se·

ñor de los señores.

A SAN JOSE,

le dice: ¡Oh San José! Cuán indecible por–

tento experimentaste cuando en tu esposa notaste un miste–

rio incomprensible; por el gozo peregTino, que tu alma re–

cibió, al saber que concibió del espíritu divino. Feliz tú, oh

varón, casto esposo de María, se ha realizado ya el portento

de la anunciada profesía. En tu establo nacido y entre pajas

recostado, viste tú al verbo encarnado, llon;mdo de frío

y

tran-

,