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admirado a los hombres de Persia; por qué pues no habéis
venido a hospedaros a mi Palacio que es el vuestro? Por que
habéis levantado vuestras tiendas, antes de verme en Jos pór
ticos del palacio de David?
Rey Blanco.-Dios,
el gran peregrino del Cielo tien e su
tienda en el Sol, nosotros mortales peregrinos de la tierra, he–
mos querido levantar nuestras tiendas junto a los derruidos
del Rey de los Cantares, porque de ese tronco iba a nacer el
Salvador de Israél.
Herodes.-Se
os ha anunciado a vosotros de ese· modo?
Rey Blanco.-Balam
predijo una estrella que debía apa–
recer en' la época del nacimiento de un gTan
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del cielo
y
de la tierra, el cual estaba destinado a pasea,i-, su vencedor es–
tandarte, de Oriente a Occidente.
Herodes.-Pero
esa estrella no la hemos visto en Judea.
Mis sabi9s nada me han dicho. Cómo pues me explicáis una ·
cosa tan extraña? Cómo pues el Dios invisible de los hebreos,
el verdadero Jehová, se anuncia en la tierra de los paganos
y no en el suyo?
Rey
In,dio~-Señor
y Rey de Jerusalén: nadie ignora que
lo que se anuncia a los hombres con signos misteriosos dei
cielo, interesa a la humanidad entera.
Rey Blanco.-Nadie
puede explicar a los incrédulos las
misteriosas revelaciones del -Creador del Universo.
Herodes.-(Ofendido) ¡La fé no le falta
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Herodes!
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arma un tumulto; los pajes y la guardia del palacio sacan
las armas y amenazan a los Reyes Magos.
Rey Blanco.-Entonces,
no dudes que ese hermoso astro
ha brotado en Oriente.
Durante la noche.
-Noche y día ha brillado sobre la cabeza de nuestros dro–
medarios, guiando con su misteriosa luz nuestros inciertos
pasos, a través de la arenosa Palestina, desde los confines de
Seleucia, hasta tu territorio de esta noble J erusalén.
Rey Negro.-Hero<jes,
tomad un poco de calma. Esas ma·
p;ias del Oriente nos han traído con dulces encantos, con las
delicias de un corazón que busca su bien, bien que tenemos
la fe de alcanzarlo, porque la estrella nos conduce.