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os exterminaré como Nabucodonosor, ni los muertos del valle
de Josefat se han de librar de ·mi furor. Dicen que el mar
Muerto se formó sobre las ruinas de Sodoma y Gomorra, des–
truídas con la lluvia de azufre y fuego que el cielo indignadc
lanzó sobre ellas; pues bien, la arenosa Palestina, antes dC'
mucho, se convertirá, con la sangre de sus soñadores hijos en
otro mar que los venideros
lla~arán
"El Mar de Sangre" (He–
rodes cae desvanecido en medio de su vehemente ira y viene
a acudirle su hermana, Alejo y los pajes. Después de reaccio–
nar pregunta a Singo que le acude también). Dónde están
los extral'ljeros que
d~ces?
·
-La luz del alba los hallará a las puertas de tu real pa-
lacio.
'
-Qué gente llevan?
-Poca señor. Basto yo con los
~sclavos
de tu casa para
exterminarlos si te place.
\
-De dónde vienen?·
-Dos de ellos de Pers¡a o Seleusia y el otro de la India
Oriental, según me han informado sus soldados.
-Así es que los patriarcas persas no pueden abandonar
sus tiendas durante la noche?
-El día no está lejos.
-Está bien, pero aquí no estamos en sus dominios don- .
de la campana de los suplicantes se halla suspenq.ida bajo
los arcos de su palacio y que anuncia con su timbre sonoro
que un hombre pide justicia a su señor. Aquí estamos en Ju–
dea, yo soy el Rey de Jerusalén y puedo castigar su desobe-
diencia, si así se me antoja.
.
-(Sale Singo a llamar a los Magos). Venerables reye–
caldeos: vengo de parte del Rey de Jerusalén, Herodes,
wi
amo, a suplicaros a que os acojáis a su palacio. Hemos teni
do noticia que vuestra ciencia es lal más exacta, y, que habéis
venido siguiendo una estrella misteriosa. Disponeos pues, ve·
sotros solos, que yo les serviré de guía.
El Rey Blanco: muy bien, en breve estaremos en el al–
cázar del magnate que' es vuestro Rey.
Singo, vuelve donde Herodes y 'ie dice: los
extranjero~
es_peran.