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SÉRGIO

QUlíA.DA

iARA

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cumplimiento de l.a promesa de redención, que Dios apiada–

do de su pueblo anuncia con signos• misteriosos del cielo la

venid¡t del Mesías, y que será la gloria de pueblo del Israél.

Y así, profiriendo más discursos llegan a la plaza de

Santo Domingo donde realizan su primer descanso, sobre

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tabladillo preparado, como ya dijimos de antemano. Pero, an–

tes de descansar, el Rey blanco exclama: Compañeros míos:

el

d~vino

faro indica en su camino que la hora del descam;o

ha sonado para nosotros, reconfortemos pues, tanto nuestrn

espíritu como nuestro cuerpo con un peqpeño reposo, para

continuar con mayores bríos y fe nuestro pereg·rinaje.

Freséos por el descanso, se levantan y advierten que la

estrella ha desaparecido y exclaman: ¡la estrella, la estrella!

La estrella ha desaparecido! . . . (la estrella que lleva sobre un

palo de maguey, un muchacho vestido de ángel).

- Prosigamos nuestra noble peregrinación. La estrella ha

desaparecido. Vemos con profundo dolor que su radiante

y

misteriosa guía nos ha abandonado. Como el náufrago a quien

se le escapa de entre las manos la tabla en que ha creído ver

su salvación y lamenta, así mismo damos nuestro grito cte

profundo dolor. Pero no importa nobles compañeros, ante no–

sotros se levanta una gran ciudad digna de servir de cuna al

Rey de los judíos. Marchemos pues compañeros míos a la ciu–

dad de Jerusalén.

- Sí, sí marchemos a Jerusalén. La estrella que nos ha

conducido desde el Tigris al Jordán, cómo podía habernos

abandonado sin un poderoso motivo? Tan sólo con preguntar

al primer transeúnte estoy seguro que nos conducirá a los

pies del Salvador del mundo; del Mesías anunciado por los

Profetas.

Llegando a la plaza principal que simulan estar en Je–

rusalén, preguntan: Vosotros sabéis dónde está el Mesías pro–

metido, el Rey de los judíÓs, el anunciado de los profetas que

acaba de nacer? Dónde está el Mesías? Nosotros venimos des–

de lejanas tierras del Oriente en busca de él, guiados por una

estrella misteriosa que nos ha conducido hasta las afueras

de esta ciudad y luego ha desaparecido, y. no cabe duda que

;tia sid<;> la estrella que predijo Balam.

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