SERGIO QUIJADA JARA
23
cho, mucho. Estos dolores son t erribles, creo que ten go un ás–
pid en el corazón, ot ro en el cerebi·o y otro en el estómago,
que me roed. y me roen sin cesar. De qué sirve ser Rey sufrien–
do tanto como yo sufro?
Salomé (su hermana) echando de un recipiente un
lí–
quido, en un vaso, le dice : bebe hermano mío, esto t e cal·
mará.
H~rodes.-Ya
sé que tú no me harás daño ni tu esposo
también; vosotros sois mi única familia; ya sabré correspon–
deros como se debe (tomando) ¡a llá veremos! Pero mis hijos
que están en Roma, por qué no sacrifican de buena voluntad,
una gallina negra en el A)tar de Esculapio; para que recobre
Ja salud?
Alejo.-Tus'
hijos en vez de anhelar tu restablecimiento
te acusan ante el César Augusto!
Herodes.-Qué
me acusan? Y de,.qué me acusan?
Alejo.-Este
papiro te dirá (le entrega un pliego) .
Herodes.-Veremos
qué reclaman mis queridos hijos con-
tra su padre (después de leer) ¡Ah! me acusan de sanguinario
y cruel. Dicen que yo he muerto, tan sólo por el placer de ma–
tar a su madre Mariamne y a su a buela Alejaz:idra. Y como
soy un Rey tributario, Augusto me dice que vaya a defender–
me al Senado. Iré, ¡n·é!, pero ... ¡ay de vosdtros!, hijos míos
Qué debo temer de mis hijos rebeldes? Nada! Pero si AÚgusto
desoye mis razones y los protege, entonces lucharemos y Dios
decidirá.
.
Salomé.-Olvid~
al César y a tus hijos, y sólo piensa en
tu salud.
Herodes.-(
arrojando el papiro), no debías haberme entre–
gado esta carta, Alejo.
Alejo.-Era
del Emperador.
Herodes.-Sí,
el Emperador me ha emujado para ocupar
~l
trono, pero yo le he mandado montones de oro en buena
cuenta. Si crímenes he cometido, razón tendría para ello, por
que sólo administro justicia en la tierra que es mía. Pero iré
a Roma a defenderme como debo .. .
Singo entra con humildad y se inclina ante Herodes; és··
te le dice:
/