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SERGÍO QUIJADA JARA

. si,

actuaimente. vamos escuchando.

"-:Y

qué

opiná.is

de esa música campestre que, mezclada

éo!'i el canto de la voz humana, llega hasta nosotros a través

de las sombr'as silenciosas de la noche

y

de los arbustos de

la montaña?

-Opinadios que ha muerto uno de esos descendientes or–

gullosos de la tribu de Israél, que sufría el yugo de los roma–

nos

y

que sus parientes le llevan al valle de J osefat.

-Sabéis en dónde nos hallamos?

~Estamos

en la fuen te de Elías.

-Pues bien, Elias era un rayo de Dios de los israelitas

y

ellos vienen a beber de estas aguas porque dicen que en!iure-

/

ce el corazón y. aumenta el valor.

'

- Confiamos en tu valor noble anciano, y piensa que Jo;;

camellos que descansan y la pesada carga que los agobia es

la única fortuna de nuestros conductores.

-,-Quién va?

- Es un extranjero que se presenta.

- Decidles que los caldeos le ofrecen su amistad

y

les

dan el fruto de sus tierras, y anunciándoles su largo

y

mis–

terioso peregrfoaje por países ignotos en busca de un Rey

del cielo y de la tierra.

- El Angel San Gabriel se nos ha presentado en nuestra

choza, yo lo he visto, y éstos que nos acompañan, han teni–

do la misma dicha. Jehová, por fin, de los descendientes d()

Abraham y Jacob.

• -El viaje que estamos emprendiendo

y

cuyo fin ignorn

aún, pero esa estrella

q~e

se mece entre las nubes blancas.

debe conducirnos a los

pie~

del Salvador de Israél, porque eso

es la estrella de Jacob, anunciada por el profeta Balam. L<:t

inmutable ciencia de los astros me demuestran, que no hay

otro que nos guíe, al término feliz de nuestra pereg1inación

-Venerable anciano : vuestrás palabras de consuelo han

derramadó la esperanza en nuestro angustiado corazón, y nos

inspira una confianza sin límites; pues hacen resonar dul–

ces melodías como las notas vibrantes arrancadas del salte- '

ria óe David, en medio de una noche ed tra nquilidad.