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-Sigamos la ardiente y misteriosa luz de esa estrella,
pues no nos quepa duda que es la misma que predijo Balarn.
-Continuemos nuestra fatigosa marcha, con la esperan–
za en el corazón de encontrar la cuna santificada de1 Reden–
tor del Universo, esa patria inmoi·tal que vivifica y consuela
nuestro espíritu agobiado; tengamos fé segura de que so–
nará la hoJJa feliz de contemplar con dulce veneración, a la
divina· prenda de nuestro anhelo ...
- Decidme : cuál es pues aquella estrella que jamás ba
aparecido en medio de los astros, y que después nadie ha po–
dido encontrar en el firmamento? No es esto un lenguaje mav:-
' nífico del cielo para cantar la gloria de Dios, y el alumbra–
miento de una Virge'n? La incredulidad de algunos filósofos,
no han podido explicarnos los asombrosos acontecimientos
que rodearon la venida del Dios-Hombre. Balam sí predijo que
debía aparecer una estrella en el Oriente, en la época del nP–
cimiento· de un gran Rey; por eso, dejando nuestros pueblos
venimos en pos de esa misteriosa estrella, siguiendo su
ma~·cha, para rendir homenaje y adoración al Mesías prometido,
anunciado por .los profetas, y que ha nacido ya en
Ja
tierra
de Israél.
- Yo os lo aseguro queridos compañeros que ésta es la
estrella de Jacob a)'lunciada por el profeta Balam. Valor ami–
gos míos: ella será para nosotros como la
c~lumna
luminosa
que guió a los israelitas a través de las desiertas playas del
mar Rojo, pues sigue su curso sujetándose al de nosntros.
-Sigamos, sigamos su hermosa y radiante luz. Ella es
nuestra esperanza, generoso ancian,o. Sabio anciano. Vos qú,,
conocéis los movimientos invariables de los .planetas, no apar–
táis nuestros penetrantes ojos, de esa estrella. Astro miste–
rioso que no ha podido, los rayos del sol, apagar su luz. Oh
planeta misterioso!, brilla con fulgor extraño,
y
olvidando las
leyes invariables que rigen los astros celestes, ora se suspen–
de en los capricho.sos celajes de una nube de nácar; ora lanza
sus luminosos destellos, desde el límite del
Ori~nte,
que se ex-
~
t.iende en lontananza como inmenso raso blanco . ..
-La luz de la gracia, que desde la creación estaba en–
tre las sombras del pecado original, hoy se esclarece con el