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1

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1

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o craneal hasta u terminación n rvio qu

emerg n a par .

a

uno y otro lado de la columna vertebral o del

eje

o plano sagital.

Con el concepto de la peligro idad que atribuyen a este mal, la

terapéutica trata de acudir sin pérdida de tiempo, empleando el

''sapo" (Bufo vulgaris), con cuya piel se frota la erupción, hasta que

la panza del animalito "se hace coloradita y el bicho empieza a

gritar". Es seña ésta de que la "culebrilla" ha pasado por arte má–

gica del cuerpo del enfermo al cuerpo del ''sapo''.

Y

magia verdadera

es la práctica que hemos comentado, encontrándose, entre los aborí–

genes americanos como en la medicina popular actual infinidad de

fórmulas de este tipo, por otra parte muy conocidas. Probablemente

esta práctica provenga de los araucanos o tehuelches, que han tenido

contacto con nuestros indígenas, a favor de la mutabilidad de sus res–

pectivos pueblos, siendo ellos los que empleaban sapos v1vos para

-curar la "culeb lla".

Algunos cur nd

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1

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en~

Por desgraci en ciertos casos el empleo e este procedimiento,

lejos de beneficiar al paciente le ha acarreado daños irreparables a

causa de la intoxicación por el veneno que se encuentra en la piel de

estos batracios y que absorbido actúa sobre el corazón. En efecto, se–

gún Faust

y

Proscher, el sapo común, posee en ciertas glándulas de

su piel una secreción que contiene las sustancias denominadas bufo–

talina, bufonina

y

phrynolysina (

1 ) •

Desde el punto de vista de la terapéutica por el ensalmo, esta en–

fermedad es más curiosa aún, si cabe. Acostúmbrase "cercar a la cu–

lebrilla con las palabras Jesús, María y José'", escritas con tinta ne–

gra sobre la piel del paciente, ''llenando los vacíos con dibujos de cru–

ces'' ligadas entre sí. O bien, ''escribiendo las palabras del Credo''

alrededor de la enfermedad, teniendo cuidado de no dejarle ninguna

"puerta" por .donde pueda escaparse la "culebrilla" en su afán por

(1) MOHB

y

STAEHELIN:

Tratado de 'flledicina

interna~

t.

XV, pág. 283.