37
uri o
p
1
to n
00"
t
d ·vía n
1
a
d
inercia ut rina
y
qu
ru
i.
t
" on r a
1
p rturi
t
un ombr ro d ho bre ", quiz'
e
l 'nico pr
' ito d
arle
1
fuerza d que carece
y
que tanto
l
bra
qu
'l.
La
maaia
e , todavía u a raíz pod rosa. El árbol que de ella
nac ha d ser difícilmeut extirpable.
VII
La creencia en los poderes sobrenaturales
y
misteriosos es tan
vieja como el mundo. Nació con el fetichismo como concepción re–
ligiosa
y
en el que estaban representados por objetos o cosas las más
diversas esperanzas
y
los más inverosímiles temores. El fetichismo
fué,
al
comienzo, una suerte de religión individual, oculta o privada,
con sus dioses que se adoraban o conjuraban según fueran buenos
o malos. Al pron
arse a a
r1 u
clan los sentimientos se colecti–
vizan
y
nace, en onc
, el politeísm ,
asiva,
gregaria, en mú tip
Con el correr de
crea dioses mayo es
y
.Y,P...u..J..
r.lr,los malos de ac
er~
..
;g~~~
@.m~S!f;:e .-.~M-11·~1:\~·a,¡~~· ""
idolatría
enos y de
tinúa
y
surge, l e
, diremos,
más universalist
con estos
rand
principios, a la vez que las re–
ligiones se simplifican del fárrago de dioses y embocan en el mono–
teísmo.
Pero aún en las concepciones más avanzadas queda siempre un
campo de sombra al margen de la luz, ni más ni menos como en el
espíritu del hombre, que posee, unidos, el bien y el mal, la razón
y
la superstición, en una palabra, gérmenes positivos y negativos, en
distintas proporciones, según la naturaleza del alma.
Lo que quiere decir que cualquiera sea el grado de perfección
humana hay siempre otro aspecto, otro modo, otra calidad en el
hombre opuestos a las características sustanciales que definen su
personalidad.
Estos resabios en que engarzan las virtudes son algo así como la
memoria primitiva y salvaje que a todos nos centra por igual: una
voz no oída pero que grita adentro el origen lejano, un miedo no
sentido sino por nuestros antepasados, una mente que no es nues-