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opo usan un curi so tali má para la caza.
e trata de un
pequ ño coleóptero que
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encontra e muerto n la cera de los
panal
ilv
tres. Le llaman ' ' hira-shira'' y constituye un precioso
hallazgo, pues, existe la creencia de que da suerte al cazador que lo
lleva consigo.
Contra la m¡¡.la suerte, usan, también, sortijas diversas. Es fre-.
cuente la que hacen con la "cola del quirquincho" como material,
pues, a su forma
y
presentación, une la virtud que le atribuyen a
dicho desdentado (Tolypeutes conurus) de prevenir los males debi–
dos al "aire", probablemente por su semejanza con el "pichi ciego''
(Chlamidophorus truncatus), del que hemos hablado más arriba.
Si a lo dicho se agrega la infinidad de "detentes", escapularios,
"migas benditas"
alm
idas de santos'', todo de innegable
valor religioso-e istiano, se tendrá
ide de la importan-
cia que asume
1
santia-
gueño, que está sól
ncuen-
tra inerme par
lu
e acechan,
pero que tiene, en e
ión de sus
amuletos, en lo
sufriendo,
que es el vivir
et~ÍÁrirl1~17s-1-Wi~,.d
VIII
El ensalmo era una práctica corriente, allá, por los siglos XIII,
XIV, XV
y
XVI. Por lo menos, eran reconocidos los que lo practi–
caban y en boga las sutiles artimañas de que se valían, sin mentar,
por supuesto, las excelencias y b-eneficios que dicha práctica repor–
taba a la salud. Lo cua1 no quiere decir que ella estuviera proscrip–
ta antes de esa época, sino poco difundida o,
al
menos, ignorada por
nosotros.
Fué en 1477 que los Reyes Católicos permitieron el ejercicio de
ensalmador, siempre que fuesen lícitos los medios y fórmulas em–
pleadas, y ellos ajenos a
las .disposiciones que prescribían las Parti–
das en su título XXIII, P.rt. VII, que habla de ''los agoreros e de