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medades. Pero conviene recordar .que los más usuales eran los gri–

tos, las danzas frenéticas, la música de instrumentos especiales, los

ruidos de sonajeros diversos, el uso de ciertos colores, el sobamiento

y

la succión del cuerpo, el empleo de trajes y de máscaras adecuadas

la pintura del rostro, los visajes y muecas terroríficas que el shamán

produce a voluntad o bajo la influencia de las drogas ilusiógenas

que bebe o sorbe para entl;ar en trance, el uso de palabras

cabalí~ticas, de

sahum~rios

diversos o de plantas que recoge bajo .ciertas

circunstancias y a las que concede por eso virtudes mágicas ina-

preciables.

·

Por mucho que haya evolucionado la medicina popular, siempre

es posible encontrar en

~lla

alguna influencia remota, cuando no

fresca

y

pura, de la medicina primitiva. Tal, por ejemplo, el tra–

tamiento de la berruga o "tejti" que consiste en practicar una in–

cisión ·en el pequeño tumor, con cuya sangre se tiñe una piedrita

o un grano de maíz que luego se arroja al camino. El fundamento

mágico de tal terapéutica reside en la creencia de que el mal es

trasmisi e

y

que encarna o en. cualquiera de esas dos formas por

virtud e l

angre es inco p

~

o

~

er

~

ecoja la piedri-

ta o el

suj et

.e magia pasiva

y

los resul

s

p e ·

o

(J)bra de la magia,

sino de la sugestio

que e

la

e

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a

' e· i' '. .Análoga base

tiene el tra

l mismo mal p

on()cidos ''granitos de

sal'' qu

·o l

a

ú

e agua. Han de ser

tantos '

ranitos de sal" e

o verruga tenga el paciente. Y la cura

depende

e

a

ume a

que consuma la sal, pues, desaparecida

ésta, desaparece, también, la enfermedad.

·

Los sembrantíos plagados suelen curarse por medio de la niagia.

El curandero cruza el cerc

llevando en la mano dos gusanos, reco–

gidos de las plantas ' ' empestadas' ',

y

al llegar a uno de los extre–

mos del área cultivada los secciona de un mordizco. .Aquí, la volun–

tad del brujo se manifiesta claramente. Y parece decir con el acto

nauseabundo. "Tal como he muerto estos gusanos deben .morjr los

otros". Esta práctica tiene numerosas variantes. Un tal Jesús Salto,

de Cardón Esquina, Dto. Figueroa, célebre curandero de rastrojos,

procedía de la siguiente manera: Después de recoger un gusano por

cada punto cardinal del sembrado que debía curar, los encerraba

dentro de una calabaza. Luego, extrayendo uno de ellos, lo colocaba

dentro de otra calabaza al tiempo que decía: ''saco un gusano y

lo

pongo adentro para que muera". Expresado el deseo, dejaba mo-

.