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'curand r ·
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ido
y
es todavía, por desO'racia, una
n e
id d en la campaña ''libre
independiente'' de nuestra pro–
·vl Cia.
En la mayor parte de los casos son mujeres las que lo ejercen.
Má que c.uranderos, lo que abunda son curandera . Podría expli–
car
e ta curiosa anomalía, que sólo se da en las sociedades civi–
lizadas, donde la mujer librepensadora ha abrazado la carrera li–
beral con la decisión
y
la voluntad de un hombre, por aquello de
que la idiosincrasia indoamericana hace que el hombre huelgue mien–
tras la mujer trabaja. Pero, si bien es posible que esta característica
influya de algún modo, creemos que la causa de esta vocación fe–
menina por la medicina en Santiago responde a viejas tradiciones.
•
Ramír- z de Velas o
a hab'
omprobado este hecho, cuando es-
cribe en 1586,
e los hechiceros
x · te
.n
el Tucumán, eran
''indias en totalitla
Lo
s cro-
nistas, en partic lar
a,
dice
textualmente:. . . ' ' s
riamente
hechiceras,
y
las
adelante,
el mismo autor
1
viejas las
más obstinadas
ú
resistencia a reci ·r el bautismo. . ".
Para corroborar más todavía la característica feminoidea de la
profesión de curandera
y
explicar el porqué de la predilección fe–
menina por ella, agreguemos que entre los araucanos el ''machi''
era "en tiempos antiguos, sexualmente pederasta,
s~gún
el testimo–
nio de muchos cronistas,
y
usaba vestiduras
y
adornos femeninos''
(R.
PARDAL:
op. cit.).
Ahora bien, el secreto de esta predilección está en que el curan–
derismo requiere modalidades más en consonancia con el carácter
femenino que con el sexo contrario. La letanía del ceremonial, la
verborrea con que se acompaña la práctica mágica, el recitado de
las fórmulas cabalísticas
y
la charla con que se embauca, es bioló–
gican1ente natural en la mujer. Lo cual también está probado en an–
tecedentes remotos, como es el del Padre Lozano, el cual al refe–
rirse a una hechicera de los indios del Chaco, dice : ''Era ella a lo
que después se supo insigne hechicera, a quien extrañamente res-