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los nombres, apenas ·se han suavizado las maneras,

y,

acaso, los im–

pulsos. En ciertos aspectos hemos retrogradado. Así pasa con los¡

curanderos de la actualidad.

En efecto, antaño, el mago o hechicero era un psicólogo expe–

rimentado. No tanto un impostor como un creyente en las

virtud~s

de que estaba dotado, por herencia, por experiencia o por

natura.es

condiciones .de su persona. Se sentía capaz de ejercer y en su sa–

cerdocio ponía todas sus artes, todos sus co:p.ocimientos, porque el

error le costaba la vida ''Guárdese

~1

hechicero de no acertar la

cura y que muera el doliente porque luego se conjuran los parientes"

y le matan, porque dicen ha sido él la causa de la muerte". De tal

\ modo la creencia en sus artes diabólicas era sineera que, al no obrar

los milagros de su. taumaturgia, considerábanlo abandonado de los ·

poderes sobrenaturales, lo cual, con sencilla lógica, era inadmisible

de por sí, a no haber mediado de parte del hechicero una péroida

de su calidad, que pagaba con la muerte. Luego, el oficio tenía sus

"gajes" y el impostor su castigo. Agreguemos a · ello su prófundo.

conocimien-t

la n-ai

leza, a que le obligaba su arte

y

su res–

ponsabilidad. Buscaba inc a em te n la flora en la fauna, en

los astro , l s

·

y

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s v

t

B

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u

a

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iUSar como ins-

trumento pa

, pa a curar, ara. preven1 . Tenía esa fuer-

za huma a

e d l a e

t

e

ráctica de ciertas

normas

categ r1a sacer ota . Su ·e encia era sagrada.

Su arte

p n r

tr e

s r ía .ciertas drogas,

con las

acía posio e a de el ión

cie to

isterios? de cier-

tas oscura ea sas sign indescifrables, de ciertos fenóm.enos que

sólo se iluminan en el estado onírico. Nó era, . desde luego, el mago

o el hechicero, una persona vulgar.. Tenía prosopopeya, dominaba

con su presencia

y

con el indumento. Vestía máscaras horribles, pie–

les y adornos pintorescos que, a la vez que símbolos de su ciencia,

le servían para ejercer ese poder de sugestión que tanto valimiento

tiene en medicina. 'Luego, empleaba toda suerte de recursos para

'imponerse al paciente y al mal.

Con el

transcur~o

del tiempo el mago, sin dejar de lado los he–

chizos, se transforma en el sabio conocedor de ros simples. Aplica

con responsabilidad y honradez su sabiduría bebida de la práctica

empírica, donde ha cosechado tantos laureles como los mejores médi–

cos, adelantándose a la ciencia verdadera .en algunas directivas o ra–

mas

de

la investigación, tales la

organot~rapia,

la finseterapia, etc.

Era noble en el ejercicio de su arte y de su ciencia, porque era

profundam·ente sincero. Era venerado por los poderes que investía.