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:forja llena de yuyos medicinales y en la mano diestra un largo

bastón a modo de báculo.

¿Qué clase de yuyos eran los que vendían estos curanderos ' ' eo–

lias"~

Markham, citado por Pardal, en su obra citada, dice: "Es

curioso que la maypr parte de los remedios citados por los antiguos

cronistas, se encuentran en la bolsa de los ''actuales médicos am.

bulantes' '.

Pero no sólo venden yerbas -sino amuletos diversos para prevenir

los males, para hacer fortuna, para enamorar. Son pequeños saqui–

tos donde se encuentran semillas, pelos, yerbas, piedritas, etc., que

se deben llevar sin intentar abrirlos para indagar su contenido.

· Estos curanderos han caído también en desuso. Los ojillos obli–

cuos acaso se apercibieron de que la gente es engañada fácilmente

y que se.1es hacía competencia desleal en base a la credulidad del

paciente. Y dejaron de venir. ¡Sin embargo, cuánta falta harían aún

en esa desolada campaña nuestra, estos mediquillos suaves, correc–

tos, ensimismados, que llevaban en sus alforjas la panacea para

todos los

o avia s necesitamos para luchar contra los si-

charl t e

ád. ·

ral, ya que el

ed eo

e r el impostor!

:qe hablábamos, de·

de la miseria que·

se cierne p

i

o, brotan por mi-

llares lo e

e : iz

~o

esión. Se ha cons-

tituído e un medio de vi a, porque a" n allí donde falta lo indis–

pensable ·siempre es posi

~e

encontrar todavía algunas monedas de

crédito para pagar a estos traficantes del dolor, a estos explotadores

de la fe y de la credulidad populares.

El negocio se ha expandido. No sólo los criollos, esos pobres ha.;

bitantes del desierto santiagueño, lo practican ahora, sino que lo

practican los "turcos". El criollo, podía j11Stjficar ·su arte y su cien-:

cia éon el viejo pretexto de la tradición y de la experiencia empírica.

El "turco" sólo sabe aprovechar lo que esa ciencia, o arte tiene de

comercio, aunque pretenda justifica-rse también con el pretexto de

su atavismo fenicio.

Lo que en manos del criollo tenía de ingenuidad

y

gracia, de

patraña inocente, de artilugio pueril, es, en manos de estos "cu–

randeros'' árabes, grosería, torpeza, engaño burdo. Comparad dos

:fórmulas: una, la del curandero criollo: ''Para el resfrío tocar la

garganta, la espalda y el pecho con caña (o aguardiente) sacada