Table of Contents Table of Contents
Previous Page  31 / 444 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 31 / 444 Next Page
Page Background

27

1 m

t i ' .

¡u 1 ijo

cualquiera co a no

UV1

midoninomrae lo bred

laría Joé .. .

y

iómu-

·ha n e to o en cu r

y

lla t mbi'n pu a

t

d entrar e

n vib r 'n u

ab 1 1 no-ua mirando a

y

¡1

't

le i' la m j r un papel con u o pol o el que

e tab liad con un hilo colorado

y

ca ello

y

1 encar ' a ' t a

declarante di ha muj r qu aq llo polvo ran para el efecto de

matar, dándolo en comida o b bida

y

ue había baile

y

canto con

arpa

y

guitarra,

y

que dicha muj er le dijo que aquel viborón pedía

le di e de su angr ... " . Hemos citado gran parte de este proceso,

que data de

1761,

por el interés que t iene para explicar ciertas ac–

titudes mentales del curandero o de la curandera de la actualidad,

que, para mejor sacar provecho de su arte, p regonan a todos los

vientos el trato

y

familiaridad que tienen con el diablo

y

el apren–

dizaj e que ellos realizan en las Salamancas.

Esto nos enseña que es el t emor el medio por el cual actúan,

lo que t ambién es viejo, pues, dice Lozano: ''sólo a sus hechiceros

t emen por el al que de ellos r ciben ·

y

eiJos con este temor se

ensoberbecen

y

tr

a todos a l

·

'

En una pe

el

· nte del

Arado" pulul

de "

ipal "vir-

tud" es vivir costa

itantes de

este sórdido p raj

gencias de

una enemistad e

,

1

endo a su

sostenimiento

untario, aunque orzoso. Es el miedo el cómplice

en esta supervivencia ae mitos, ese temor ancestral

y

supersticioso

a lo desconocido, a los poderes sobrenaturales

y

a la acción maléfica

determinada por un

ag~nte

intermediario, capaz de producir un

efecto nocivo sobre la salud

y

la vida de las personas que no tratan

de congraciarse su voluntad; es la sombra de la ignorancia que

abate las mejores fuerzas del alma

y

las somete al imperio de ese

temor, donde se agita la pulsación de la tragedia, donde germina

el misterio macabro, donde reposa la muerte.

.

Han pasado los años

y

la superstición pervive. El rastro del in–

dio permanece auténtico. La misma calidad de su alma, la misma

angustia, la misma ignorancia. La evolución parece haber asumido

una categoría de forma. No ha dejado en pos de sí la obra que se

esperaba de ella, ese proceso cultural de hondura que,

al

modelar la

fisonomía de las razas, pone en los rasgos exteriores un contenido de

expresión profundo que borra lo salvaje e hirsuto de la pasta con

que han sido hecl}.as. Lo actual es lo anterior. Apenas han cambiado