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siempre erróneo, que le cupo en herencia.· Y lo a¡Jlicó cuando pudo

hacerlo, modificándolo apenas en el transcurso ·de los siglos. Esta

es la razón por la que ·es todavía posible encontrar en nuestro fol–

ldore prácticas legendarias en estado de pureza, sin malformaciones

ni desmedros. Algunas otras, bastardeadas en su configuración ex–

terna, pero conservando 'siempre su esencia de núcleo virgen de

antigua edad.

...

En este orden de ideas puédese aún observar la intromisión de

ritos

y

ceremonias en la terapéutica, porque persiste todavía el

co~cepto de que la enfermedad es el resultado de la acción de fuerzas

sobrehumanas o de la encar:q.ación de espíritus hostiles, contra los

cuales valen más los conjuros y exorcismos que la medicina misma.

De ello dan cuenta las prácticas realizadas para prevenir el ''mal

del quebracho'' o las que efectúan para conseguir ·su curación.

Resabios indígenas encontramos también en los procedimientos

destinados a curar el "padrón'', en los hechizos y embrujos, en las

ceremonias

ue realizan para calmar el ' ' dolor de muelas'' o el

''dolor

e cabeza'' y en o

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a medicina moderna

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y

el empleo de los productos

opoterápicos: buche de avestruz, testículo de toro, corazón de zorri–

no, etc. originarios de América, han contribuído a que la ciencia,

adoptando una modalidad nueva, realice un cambio impensado en

su evolución, de enormes beneficios para la medicina.

· Mas, si es posible encontrar los rastros del indio en estos proce–

.dimientos y formas curativas, con cuánta mayor razón en el alma

.del pueblo, en lo hondo de su conciencia, donde todavía parece cobi–

jarse el miedo a lo desconocido

·y

donde todavía parecen vivir la–

tentes las ocultas formas de la superstición tradicional, las

cu~les

se manifiestan en presencia de la noche, cuando en el silencio se

oye· el graznido de la lechuza o el lamento del perro o el canto del

Kacuy·. La oración que entonces musitan los , labios tiene el mismo

significado que el "cruz, cruz, diablo!", que repiten cuando el re–

molino de viento, enroscado y furioso, limpia de polvo la senda,

arrancando ramas y hojas a los árboles.