Table of Contents Table of Contents
Previous Page  36 / 444 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 36 / 444 Next Page
Page Background

32

petan Jos

infü~les,

y penden de su boca como de oráculos, no to–

mando resolución alguna contra su dictamen y ellas se ganan este

aprecio con diabólica elocuencia para que les ministra el demonio

rara verbosidad con que perseveran hablando muchas horas, en que

todos la escuchan atentjsimos ". (

Op.

cit.

pág. 224).

¿Quién mejor que la mujer es capaz de tener la paciencia que se

requiere para ejercer este

sacerdocio~

¿Q.uién :tnejor que ella sabe

por milenaria experiencia, el modo de yugular un ataque, de hacer

un té, de aplicar unas ventosas, de hacer unas

cataplasmas~

¿Si la

mujer ha tenido que curar a su marido, a sus hijos, cómo no ha de

poder hacerlo con sus

semejantes~

Si la mujer tiene el sentimiento

de un corazón como el suyo, abierto a todos los dolores, ¿cómo no

ha de sentir el dolor del pueblo como una pena y sufrimientos pro-

pios~

.

Pero hay todavía otra razón. La mujer es más sagaz, más pers–

picaz que el hombre. Es también más materialista. No es ·acaso ella

la que sabe de las tribulaciones cuando en el rancho !alta lo indis–

pensable

.a-J;a

e-l rmt:Iimento de su

prole~

El marido está en el boli–

che o n el rancho vecino o en . el propio

no sabe más que tocar

la guit rr

ega el

tn

J .

n()) a

ad. Bien, luego,

¿qué t ene

U:Jer, ant

a inseguridad

de

los rec rs

o :gor com ' asión y otro poco

por in erés

re rovecna:

d~

su experiencia mi-

lenari

~

ego,

~3:

r.·

~~

J

de:dicación, la habili-

dad, h e

emas.

día e a-He nrociama · ' ' urbi et orbi'' fa-

mosa cu-randera

na vecina, en un arranque de furia, le

dice: "bruja", pues, su fama será más completa aún,

si

cabe.

La buscarán también par·a el hechizo del amor, para hacer el

"daño", para tener suerte en el juego, como también para curar

los eféctos del mal que otro br-qjo o bruja hubiesen producido.

¡Brujas y curanderas de mi vieja tierra, a vosotras mi admira–

ción un tanto 'compungida!

VI

No es menester hurgar mucho en· el fárrago de conocimientos mé–

dicos populares para constatar la presencia de un elementq mágico,

tanto en la terapéutica como ·en la profilaxis de las enfermedades.

A poco de penetrar en sus misterios, salta a la vis.ta el hecho