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po. Paulatinamente se depuran los elementos fundamentales de la

alimentación. Nuevos productos son ensayados. Y todo ello es sólo

un paso en la conquista del carácter

Q.el

pueblo, es ·apenas un mi–

nuto en los siglos.

No es el carácter quien adopta los alimentos sino que son éstos

quienes forjan el carácter.

Debieron pasar muchos años, y muchas menudas preocupaciones

y muchas tentativas, para depurar· la enseñanza empírica, ese dogma

hecho de normas ceñidas, que hubo que romper para levantar el vuelo

qe la cocina antigua al rango de la cocina actual.

Cada día nuevas conquistas, y, a veces, como un largo paréntesis,

el compás de los años, que obligaban a desandar lo andado por falta

de lo necesario con que aderezar los platos de la costumbre.

Técnica fué todo eso, y más todavía. Fué maravilla de las manos

prolijas, perfección del gusto, delicadeza del aliño, paciencia de los

minutos de atisbo. Fué arte, fué amor.

La

la

ña comienza con

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arte del adobo

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ilización del ají, la

cebolla, e ajo, y la sal, de os cuales el ají y la sal eran ya predilectas

al paladar e in

10.

Mas, afianzada la influencia hispánica en tierra americana, co–

mienzan a difundirse sus costumbres, y se incorporan al régimen

modificaciones de fondo que producen una verdadera revolución en

la cocina indígena, representada en aquel entonces por el maíz crudo,

hervido o tostado, el ají, la sal, la carne, la patata, la miel y las frutas

silvestres.

Se introducen los guisados y frituras. Se confeccionan numerosos

pistos, en cuyas fórmulas, no sólo participan los productos a1imen–

ticios sino también ciertos otros destinados a darles sabor y aroma.

Ya no se consumen únicamente alimentos naturales, o sólo cocidos

a la lumbre de una hoguera, o asados, o hervidos, sino también ade–

rezados de otras sustancias en fórmulas simples o complejas, y sazo–

nados con especias diversas, en que fueron los españoles muy famosos .

.Aparecen entonces los fritos, los revueltos, las salsas, las prepara-