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cadeza cromática extraordinaria,
y
de los más ricos medios de expre–
sión a·rtística, ignorados hasta entonces.
Pero es, sin duda, el
estudi~
de la alimentación de un pueblo
-aparte de su música autóctona
y
de su arte plástico- el que
mayores datos aporta a la curiosidad científica sobre el fondo de su
alma, ya que proyecta, con claridad insospechada, rayos de luz en
el mist erio de los fenómenos psicológicos y en el de los rasgos más
acentuados de la raza, que tien{ln, en la elección de los alimentos
como en la forma de aderezarlos, su expresión más pura.
Hay, lógicamente, una bien relacionada vinculación entre el co–
mer y el vivir. Y así como es distinto comer para vivir que vivir
para comer, son distintos también el hombre
y
los pueblos según la
forma, calidad y cantidad de su ración alimenticia, pudiéndose agre–
gar, todavía, que el hombre es, sustancialmente, producto de lo que
come, si se entiende por hombre no sólo su fuerza, vitalidad
y
con–
textura corporal; sino también sus actos e inclinaciones, es decir, lo
que trascienae de su espíritu, y que bajo la forma de pensamientos
o ideal
caci-c:
o personalidad, tipifican a las sociedades con
rasgos netos y definidos.
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o en las zonas donde antes reinaban sobe–
ranos los árboles con sus animales selváticos, su fruta y la miel de
sus panales vírgenes, yacen hoy poblaciones miserables, mal nutridas,
que explican el atraso en que se encuentra la Provincia.
Dichas poblaciones se mantienen, escasamente, con la ración de
campamento: un poco de harina o de maíz, un poco de grasa, y otro
poco de yerba y azúcar, que, por lo general, constituyen el régimen
de su diario yantar.
Pero antaño, aquel gaucho embravecido que era el santiagueño,
saltaba los predios, taladraba los montes, ascendía a las montañas,
recorría las praderas y vadeaba los ríos con una segunda sensación de
dueño.
Y dueño era del bosque, de .las llanuras, de las sierras y de los
ríos, en su pujante virilidad de señor libre,
y
era dueño también de
]as aves y de los animales
y
de la fruta y de la tierra, de esa tierra
que le proporcionaba hasta la sal de su comida.