Table of Contents Table of Contents
Previous Page  244 / 444 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 244 / 444 Next Page
Page Background

240

cadeza cromática extraordinaria,

y

de los más ricos medios de expre–

sión a·rtística, ignorados hasta entonces.

Pero es, sin duda, el

estudi~

de la alimentación de un pueblo

-aparte de su música autóctona

y

de su arte plástico- el que

mayores datos aporta a la curiosidad científica sobre el fondo de su

alma, ya que proyecta, con claridad insospechada, rayos de luz en

el mist erio de los fenómenos psicológicos y en el de los rasgos más

acentuados de la raza, que tien{ln, en la elección de los alimentos

como en la forma de aderezarlos, su expresión más pura.

Hay, lógicamente, una bien relacionada vinculación entre el co–

mer y el vivir. Y así como es distinto comer para vivir que vivir

para comer, son distintos también el hombre

y

los pueblos según la

forma, calidad y cantidad de su ración alimenticia, pudiéndose agre–

gar, todavía, que el hombre es, sustancialmente, producto de lo que

come, si se entiende por hombre no sólo su fuerza, vitalidad

y

con–

textura corporal; sino también sus actos e inclinaciones, es decir, lo

que trascienae de su espíritu, y que bajo la forma de pensamientos

o ideal

caci-c:

o personalidad, tipifican a las sociedades con

rasgos netos y definidos.

biblioteca

atos que forma parte

a

l

pueblo. Es posible

ren a

1'"n es la característica

s

b

;a

ión de Santiago.

"'-U..lt>l-.UI.u.

.LJI.1.li

>1~L.J.J;;LJL.LLJIJI':I'

o en las zonas donde antes reinaban sobe–

ranos los árboles con sus animales selváticos, su fruta y la miel de

sus panales vírgenes, yacen hoy poblaciones miserables, mal nutridas,

que explican el atraso en que se encuentra la Provincia.

Dichas poblaciones se mantienen, escasamente, con la ración de

campamento: un poco de harina o de maíz, un poco de grasa, y otro

poco de yerba y azúcar, que, por lo general, constituyen el régimen

de su diario yantar.

Pero antaño, aquel gaucho embravecido que era el santiagueño,

saltaba los predios, taladraba los montes, ascendía a las montañas,

recorría las praderas y vadeaba los ríos con una segunda sensación de

dueño.

Y dueño era del bosque, de .las llanuras, de las sierras y de los

ríos, en su pujante virilidad de señor libre,

y

era dueño también de

]as aves y de los animales

y

de la fruta y de la tierra, de esa tierra

que le proporcionaba hasta la sal de su comida.