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pasaba por junto a
él,
aprovechando
~a·
oportunidad, quítÓ
muy taimadamente de las manos del soldado, a las qu:e
estaba sujeto por las riendas, el caballo, debidamente ensi–
llado y embridado. Como, al despertarse el soldado no en–
contrara su caballo por ninguna parte, empezó a pensar que le
habían Toba;do el caballo de aquellas mismas manos precisa–
mente que no hacía muchas noches habían perpetrado un
hurto. Por lo cual prorrumpió en un sincero hacimiento de
gracias a Dios,
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que se h a;bía contentado con casti–
garle y precaverfo
al
mismo tiempo con un castigo tan pe–
queño.
También en relación con esto refiere una curiosa anécdota
fray Cristóbal Moreno, y es C<?mo sigue:
Cierto día, en un convento de Franciscanos de Luca, en
Italia, estando todos los frailes congregados en el refectorio,
de pronto tintineó a la puerta una campanilla. Cuando el por–
tero la abrió topó con un fraile vestido exaOCa.mente igual
que él,
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que dijo: "Vengo, Padre, de parte de un
gran Príncipe para hablar de un asunto con vuestro Padre
guardián." Enterado éste, concedióle permiso para entrair
en el refectorio, donde en medio de todos (pues
ni
uno solo
faltaba) habló así: [
409]
"Padre guardián y demá$ · pa–
dres aquí presentes, no temáis por lo que voy a deciros.
Soy el demonio, enemigo y tentador de los hombres, que tam–
bién tiento a veces a los siervos de Dios. Y por esto es por
lo que ahora estoy aquí. Pero no os ·asustéis, que no moles–
taré a nadie. Vengo a vivir en vuestro hábito y compañía
hasta que Dios quisiere. [
410]
Pero gua<rdadrne silencio en
este punto y no se lo digáis a nadie, no sea que Dios se eno–
je. Yo mismo en persona ¡ré a pedir limosna en esta ciudad,
pues ésta es la .voluntad del Señor, mi creador, que inipone
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