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ni
despreciemos,
ni
of~ndamos
·a otros por pensamiento ,
p~labra u obra.
[376]
Escucha a este respecto lo que nos re–
fieren dos Padres franciscanos: fray Simón de Brixia y fray
Mariano de Fravi. Varios monjes vivían dedicados
al
servicio
del Señor en un convento de una ciudad de Italia. Había entre
ellos dos que no sé por qué no sólo cruzaron entre sí palabras
de ofensa, sino que aun llegaron a no hablarse el uno al otra.
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'l'rancurridos dos meses, cayó enfe11mo de muerte uno
de ellos, que viéndose ya en trance de morir, recilamó, des–
pués de recibidos los Saoramentos, la presencia de. aquel con
quien antes había reñido. Vino éste, y ambos se abrazaron
en presencia de todos, después de perdonarse :mutuamente. El
saino,
entonces,
al
salir de la habitación del enfermo, dijo a
los circunstantes: "Este, si me ha pedido perdón, no ha sido
por o'brla cosa que por miedo a la mue:rite. "
[378]
Dichqs
estas palabraJS,
el
enfermo repuso: "Porque crees que por
miedo te he pedido perdón, por eso mismo es por lo que aho–
ra
ni
quiero que tú me perdones
ni
yo tampoco he de perdo–
narte." Y dicho esto calló, ya con la muerte echándosele en–
cima, y
ni
profirió una sola palabra
ni
se arrepintió de su
pecado, por más que todos los circ1lnStantes 1-e exhortaban
con vivísima:s instancias a que perdonara, pa;ra ser a su vez
objeto de perdón, y a que no olvidara estar en peligro
inmi–
nente de muerte.
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Así las cosas, murió. Dióse sepul–
·tura al cadáver, y he aquí que cuando todos estaban reunidos
, en el refectorio, el muerto aprureció entre ellos. Horrorizá-
ronse todos
aJ
ver el horrible aspecto que ofrecía.
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Habló
en~onces
y dijo estas palabras: "Por haber ofendido
de palabra y no haber prestado oídos a las amonestaciones
que se me han hecho, he aquí qll'e ahora ardo en el infierno
· he de ser pasto eterno de las
llarrnas.
Pero también pade–
cerá estos mismos tormentos el que fué motivo de
mi
conde·
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