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[3~6-380]

ni

despreciemos,

ni

of~ndamos

·a otros por pensamiento ,

p~labra u obra.

[376]

Escucha a este respecto lo que nos re–

fieren dos Padres franciscanos: fray Simón de Brixia y fray

Mariano de Fravi. Varios monjes vivían dedicados

al

servicio

del Señor en un convento de una ciudad de Italia. Había entre

ellos dos que no sé por qué no sólo cruzaron entre sí palabras

de ofensa, sino que aun llegaron a no hablarse el uno al otra.

[377]

'l'rancurridos dos meses, cayó enfe11mo de muerte uno

de ellos, que viéndose ya en trance de morir, recilamó, des–

pués de recibidos los Saoramentos, la presencia de. aquel con

quien antes había reñido. Vino éste, y ambos se abrazaron

en presencia de todos, después de perdonarse :mutuamente. El

saino,

entonces,

al

salir de la habitación del enfermo, dijo a

los circunstantes: "Este, si me ha pedido perdón, no ha sido

por o'brla cosa que por miedo a la mue:rite. "

[378]

Dichqs

estas palabraJS,

el

enfermo repuso: "Porque crees que por

miedo te he pedido perdón, por eso mismo es por lo que aho–

ra

ni

quiero que tú me perdones

ni

yo tampoco he de perdo–

narte." Y dicho esto calló, ya con la muerte echándosele en–

cima, y

ni

profirió una sola palabra

ni

se arrepintió de su

pecado, por más que todos los circ1lnStantes 1-e exhortaban

con vivísima:s instancias a que perdonara, pa;ra ser a su vez

objeto de perdón, y a que no olvidara estar en peligro

inmi–

nente de muerte.

[379]

Así las cosas, murió. Dióse sepul–

·tura al cadáver, y he aquí que cuando todos estaban reunidos

, en el refectorio, el muerto aprureció entre ellos. Horrorizá-

ronse todos

aJ

ver el horrible aspecto que ofrecía.

[380]

Habló

en~onces

y dijo estas palabras: "Por haber ofendido

de palabra y no haber prestado oídos a las amonestaciones

que se me han hecho, he aquí qll'e ahora ardo en el infierno

· he de ser pasto eterno de las

llarrnas.

Pero también pade–

cerá estos mismos tormentos el que fué motivo de

mi

conde·

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