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juego, llegaron a trabar los aceros, hasta el e}{¡tremo de que
el que había ofendido a su padre maitó al otro a estocadas,
dejándole tendido. IDnteraido de esto el pueblo,
y
como él hu–
biese huído hacia un bosque próximo, todos se aprestaron a
perseguirle, amenazándole con la muerte, si era habido. Así
fa:s
cosas, he aquí que uno le amputó aquella misma mano
con que él había abofeteado a su padre, [368] después de
lo cual le apresaron
y
amarra;ron can grillos
y
cadenas,
y
pa–
sados tres días le dieron muerte en la horca como reo de ho–
micidio.
Al
otro
se
lo presentaron a la madre muerto
y
ten–
dido sobre unas parihuelas
y
con el cuerpo rutravesado por
una espada, taJl como su madre le ·había deseado en su im–
precación.
Sírvan.teestos ejemplos de estímulo al amor para con
los
padres. Poco tiempo después llegó a aquella ciudad
un
padre del Orden de Santo Domingo, al que la madre del muer–
to contó el caso, rogándole Je impusiera penitencia porr haber
deseado,
sin
querer, una desgracia a
su
hijo.
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5. DEL QUI1\1TO l\'IANDAMIENTO
[369] D.-Háblame ahora del quinto manda.miento.
M.-Nos manda no matar, sin que esto quiera decir que
no hemos de matar buey, ni llamas, ni otros animales que,
, como éstos, han sido creados para beneficio del hombre
y
que,
por tanto, podemos matar siempre que queramos para nues–
tro propio sustento. Este mandamiento prohibe, pues,
matar hombres, [370] que , como tú sabes, han sido crea–
dos no para
el
servicio de otros hombres, sino para el de
Dios.
D.-¿Cómo se explica entonces que consideremos lícito
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