[3{>0- 353]
rio, y bajo esta condición, algo que no puede hacerse o1;ro
día. Pero te quiero poner muy sobre aviso de que Dios ful–
mina los rayos de su divina cóler.a sobre los infractores de
este mandaimiento, y para que
lo
v.eas más clM-o, te referiré
lo que esoribe Suirias en la vida de San Juan (el) Limosnero.
[350] Había en una ciudad dos hombres que ejercírun la
profesión de airtífices, ambos en un mismo ramo. El uno, que
tenía mujer, hijos y oriados, asistía a los Santos Oficios to–
dos los días, sin faltair uno :solo. De lo que resultaba que Dios
le favorecía en tales proporciones, que con el ejercicio de su
profesión su negocio iba a mejor cada día. El otro, en cambio,
que por no tener hijo.s solo había de mantener a su mujer, por
más que trabajaba día
y
noche, incluso los días festivos,
[351] y aun a veces ni aun a misa asistía, no conseguía, con
todo, verse Hbre de la más completa nti:seria. En vista de lo
cual, ya un dia se dirigió decididamente a preguntar a su ve–
cino cómo se las componía para que
tan
bien mairchara su
negocio y tan bien se le die ran los asuntos a
pesa.irde tener
que cuidairse de la manutención de mujer, hijos y criados,
mientras que él, por su parte, con la única cairga de su espo–
sa, se veía en un tan deplorable estado de pobreza... [352]
· Contest_óle
el
convecino que al día siguiiente se· lo demostra–
rfa. Y, en efecto, al otro día muy temprano, presentámdose
en su casa le llevó consigo a oír la Santa Misa, después de lo
cual, mandóle volver a su ca:sa y dedicairse de lleno al tra–
bajo de su profesión. Repitió esto al día siguiente. Y ya al
tercero, cuando vino para llevarle consigo a la iglesia, como
el otro le replicase : "Para ir yo a la iglesia, hermano, cuan–
do quiero, [353] no te necesito a ti, pues ya se irme yo
solo. A mí, por ahora, lo que me interesa que me digas es
cómo te las arreglas paira que tus cosas mairchen tan a
pedir
<ie boca", respondióle el afortunado compañero: "Es que debo
721
46